CAMBIO UNA HORA DE MARZO POR UNA DE OCTUBRE

En “Desmontando a Harry”, Woody Allen reservaba un espacio concreto en el infierno para los periodistas –cómo no– y, de paso, para el que inventó el metacrilato. En mi opinión, hay tres tipos de persona que también tendrían que tener su propio espacio en el averno: los que utilizan sitio y medio para aparcar, los instaladores de aire acondicionado en climas como el coruñés y el lumbreras al que se le ocurrió lo del horario de verano. Nos cuentan siempre que esto se hace desde 1974, por lo de la crisis del petróleo y demás, pero no es del todo cierto. 
La cosa empezó mucho antes, hace más de un siglo, y el culpable no es otro que William Willet. Aparte de tener un nombre de esos que llevan los espías en los telefilmes malos con los que algunas cadenas nos amenizan la siesta, era un constructor británico al que le encantaba el golf y disfrutar del buen tiempo al aire libre. Para aprovecharlo más, en 1907 propuso la idea de adelantar los relojes. Según explica Miguel Ángel Criado en un reportaje de “El País”, se llegó a debatir cinco veces en el Parlamento pero se impusieron las reticencias de granjeros y científicos. La cosa quedó en nada y Willet murió sin ver su sueño hecho realidad pero, en 1916, el kaiser Guillermo II decidió aplicar esta medida para ahorrar en carbón y así poder ganar la guerra. La conclusión es que no le sirvió de nada pero a los ingleses les dio pelusilla que un alemán aplicase su idea antes que ellos así que se adelantaron... un mes.   
En España empezó a hacerse en 1918 y aparecía reflejado en la prensa al igual que ahora. El periódico coruñés “El Orzán” publicaba el 17 de abril de 1924 una nota en la que hablaba de la gente que se congregaba en María Pita para ver el cambio de hora en el reloj del ayuntamiento, aunque menos que la que se juntaba “en los tiempos de la guerra”. En época de paz, la cosa decayó un poco hasta que con la guerra fría y la crisis del petróleo el mundo civilizado, más Irán y Mongolia, adoptaron el horario de verano. 
La excusa es el ahorro energético. El Ministerio de Industria calcula que en cada casa dejan de gastar la friolera de seis euros, mil pelas de antes, que ahora no dan ni para un menú del día. En global, en toda España podría darse un ahorro del 5% pero en Galicia –que la última vez que miré el mapa seguía sobre Portugal, país con una hora menos– la Xunta lo estima en un escalofriante 0,4%. Solo por eso, los gallegos nos seguimos levantando a oscuras y, a cambio, en verano tenemos luz hasta casi las doce de la noche, lo que es muy bonito pero ayuda poco a tener unos horarios razonables. 
Así que, cada año, aprovechando que el último domingo de marzo estamos un poco groguis, nos mangan una hora de nuestro tiempo que luego, argumentan, nos devuelven cuando llega el otoño. Como si valiese lo mismo una hora de octubre que una hora de marzo... 

CAMBIO UNA HORA DE MARZO POR UNA DE OCTUBRE

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