Una de las escenas más comentadas de “Casablanca” la protagonizó el Jefe de Policía que, obedeciendo órdenes, cierra el Rick’s Café y cuando el dueño Rick Blaine pregunta “con qué derecho me cierra usted el local”, el policía pronuncia la frase lapidaria “¡Qué escándalo! He descubierto que aquí se juega”. En ese momento se acerca el crupier y le entrega las ganancias de sus apuestas.
Me acordé de esta secuencia de la película de Michael Curtiz cuando el Gobierno comunicó la decisión de recibir en Valencia al “Aquarius” con 629 inmigrantes a bordo. Viendo como lo contaban las ministras y ministros parecían emular, en un asombroso ejercicio de inocencia, al Jefe de Policía de Casablanca descubriendo “¡Qué escándalo. En el Mediterráneo hay un barco con inmigrantes!”, como si el Aquarius emergiera de las profundidades de ese mar.
Hay que recordarles que en el Mediterráneo murieron más de 14.000 inmigrantes que huían de la guerra, de la persecución y del hambre en busca de refugio y algo de futuro. De enero a Abril intentaron entrar en Europa por ahí más de 30.000 y a España llegan inmigrantes a diario, tan solo en mayo arribaron a Andalucía 3.400, más de 5 Aquarius.
España viene acogiendo inmigrantes desde que empezó el fenómeno migratorio con gobiernos socialistas y populares. Por eso el despliegue de 2.300 personas –médicos, sicólogos, traductores, policía, políticos…– que se vio en Valencia es una buena operación humanitaria, pero tiene una gran dosis de márquetin político. Y es un agravio a otros inmigrantes, sobre todo a los más de 1.000 que entre el viernes y el sábado llegaron en pateras desde Motril al Estrecho. ¿Hay inmigrantes de primera y de segunda?
Dicho esto y más allá del golpe de efecto, la decisión de acoger al barco fue impecable desde el punto de vista humanitario. Además, es una lección para el gobierno populista de Italia, para el “lessez passer” de Francia –la ONG del buque “SOS Mediterranée” es francesa– y para el resto de la UE que permanece impasible ante la mayor amenaza que tiene planteada ahora. Claro que Europa, profundamente dividida por la inmigración, no está dispuesta a aprender esa lección.
Pero, superado tanto entusiasmo político y mediático, hay que decir también que la decisión de recibir la flotilla del Aquarius “en solitario” es arriesgada. Aportará poco para solucionar el problema de la inmigración -ningún país puede resolverlo por sí solo- y traerá consecuencias para España y para Europa que comentaré el miércoles.