Trileros, troleros, tramposos

altura de miras, sentido de Estado, racionalidad, seny, consenso, diálogo para acordar... Lo que se produjo en la Europa de después de las dos guerras y en la España de la transición y que ha construido un sólido sistema democrático que ha permitido a Europa vivir sin guerras fratricidas durante más de setenta años, crecer económicamente, reforzar los derechos humanos y hacer llegar las conquistas sociales y las libertades a todos, corre hoy un serio peligro. Especialmente en España, pero no solo aquí. Es, en parte, culpa del deterioro moral, pero también del desenganche ciudadano de la política, lo que es responsabilidad de los políticos, sin duda, pero también nuestra.
El asunto catalán lo está confirmando en España. El desafío independentista basado en sentimientos y no en realidades ni en proyectos posibles, sin ninguna garantía democrática o civil es una trampa y una estafa antidemocrática. La falta de respeto a la legalidad por quienes están obligados a defenderla se ha impuesto porque algunos políticos han decidido llevar a su pueblo al suicidio y muchos ciudadanos han permanecido ciegos, sordos y mudos. ¿Quién garantiza que los políticos que pisotearon las leyes, respetarán las futuras? Los políticos que han hecho de la corrupción su espacio natural son los que postulan para administrar el futuro estado independiente. Los políticos que han gestionado con incompetencia, que han rebajado su crédito a “bono basura” y han endeudado a su autonomía son los que garantizan que allí dejará de haber paro, se crecerá más que en ningún otro lugar, las pensiones serán más altas y todos cobrarán antes y con mayor seguridad.
“La política es el arte de servirse de los ciudadanos haciéndoles creer que se les sirve a ellos”, decía Louis Dumur. Me atrevo a decir que en poco tiempo, la mayor parte de los políticos que protagonizan este lamentable proceso acabarán fuera del ruedo político y pagarán su incapacidad para construir un sistema de convivencia. Y será bueno para España. No se puede calificar de “presos políticos” a los líderes catalanes que se saltan las leyes y se burlan y desafían a las instituciones del Estado. No se puede decir al presidente del Gobierno que “saque sus sucias manos de Cataluña”. No se puede engañar a los ciudadanos con promesas imposibles o con comisiones de salón.
No se puede certificar la división interna al ser incapaces de construir un frente común por la democracia y contra la secesión. No se puede aprovechar la disputa para tratar de mejorar una situación partidista. Ni poner intereses míseros, en tiempos de altísima crisis institucional, por encima de los de la legalidad que nos permite ser libres, solidarios, responsables de nuestro destino. Todos los que no demuestren estar a la altura, los políticos trileros, troleros, tramposos, que utilizan a los ciudadanos serán expulsados de la cancha política por los mismos ciudadanos a los que están engañando. Cuando abran los ojos y vean donde nos están llevando.

Trileros, troleros, tramposos

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