Anda la Armada británica con la mosca detrás de la oreja después de que un guardacostas se encontrara por casualidad un barco no tripulado y se supone que espía, encallado en unos acantilados de la isla de Tiree. La cuestión es que esa zona se considera estratégica, ya que está al lado de la base de submarinos nucleares de Faslane y, por eso, el hallazgo ha puesto un poco nerviosos a los responsables militares británicos. El barquito es de fabricación norteamericana y es capaz de navegar miles de kilómetros con total autonomía, por eso, en el Reino Unido no se fían de que sea cosa de los de Trump, aunque, teniendo en cuenta el talante del presidente norteamericano, todo es posible.