Se calcula que en España hay en torno a un millón de psicópatas integrados, pero juraríamos que hay más. Esta impresión, no obstante, puede derivarse del hecho de que entre los políticos hay cinco veces más que entre el resto de los ciudadanos, y como últimamente acaparan toda la actualidad, nos parece que hay muchos más psicópatas integrados de los que hay en realidad.
El psicópata integrado es esa criatura mentirosa, manipuladora, parasitaria, narcisista, impulsiva y ayuna de empatía que no es que nos podamos encontrar en cualquier sitio, sino que nos las encontramos, incluso en sitios tan sensibles como el trabajo, el Congreso, el hogar o el propio lecho. También reciben el nombre de personas normales, lo cual les viene de perlas a efectos de camuflaje y del logro de sus objetivos, que convergen todos ellos en uno solo, el de martirizar a sus semejantes chupándoles, es un decir, la sangre.
Al socaire de la misteriosa desaparición de una joven madrileña se ha destapado la realidad familiar que padecía, y al rebufo de esa revelación, algunos medios han acudido a los psiquiatras, bien que no para mirarse lo suyo, sino para que les instruyan en lo que sospechan, y que expresan más o menos disimuladamente, como la obra o los efectos de algún psicópata integrado o integrada. Por esa triste desaparición, nos han recordado que esos sociópatas están en todas partes, y que cualquiera de nosotros, incluso, podría ser uno de ellos.
En algún sitio tienen que vivir los psicópatas integrados, y, en efecto, el algún sitio viven, y en muchas ocasiones, casados. De ahí, en gran medida, que por cada matrimonio celebrado en España se dicten dos divorcios, siendo ese escape, el del divorcio, el único que puede tomar el/la cónyuge de un/a psicópata para ponerse a salvo.