SUELDOS E IRONÍAS

Ya el derecho romano regulaba que eran tres las características de las magistraturas romanas: temporalidad, colegialidad y gratuidad. Con la temporalidad se buscaba la limitación de la duración de los mandatos, de tal manera que en la mayoría de los casos los puestos de cónsules o pretores se limitaban a un año. Con ello, -y ya hace más de dos mil años- se dieron cuenta que el mantenimiento de la misma persona en el poder tendía a corromperlo. Con la colegialidad se pretendía un reparto impar de las decisiones. Es decir, se elegían siempre cónsules o magistrados de inferior categoría, en número de tres, para limitarse unos a otros. Con ello se lograba trocear el poder para evitar abusos unipersonales. Los triunviratos más conocidos fueron, como Uds. ya conocen, los de Julio Cesar, Craso y Pompeyo y los de Augusto, Marco Antonio y Lépido. Hasta aquí, como concordarán conmigo la mayoría de Uds, los romanos “la clavaron”; pues instauraron un régimen teórico de gestión de la Res Pública esencialmente democrático y distributivo del poder. Como en Cuba o Venezuela (primera ironía). Pero fue en la tercera exigencia, es decir en la gratuidad del puesto; ergo no cobrar ningún tipo de sueldo o ingreso pecuniario por su función, en donde estimo que estos romanos la cagaron y mucho. ¿Por qué? Porque la gestión de las administraciones públicas es muy autoexigente e impide o limita en cierto grado el ejercicio de otra profesión u oficio. Este hecho provocó que únicamente las personas de clase social alta –a los cuales no les preocupaba el dinero– porque lo tenían a manos llenas, pudieran dedicarse a la política. Se produjo una discriminación que duró casi veinte siglos. Fue precisamente el pensamiento izquierdista europeo de mediados del siglo XIX, el que impulsó que los cargos públicos, entre los que ya se encontraban candidatos de las clases medias y bajas, cobrasen un sueldo mensual por el ejercicio de sus funciones públicas. Hoy los podemitas y un sector acomplejado del PSOE, están tomando como primeras decisiones en los ayuntamientos, la reducción o eliminación de los sueldos. Medida absolutamente demagógica que esconde lo vacio de su discurso. A este paso los concejales no cobrarán ni un duro, como en la época franquista –que Dios me perdone por nombrar al anticristo– (segunda ironía).

SUELDOS E IRONÍAS

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