YA han transcurrido tres años y medio desde que Carlos Negreira ganó por segunda vez las elecciones municipales y tres años y medio, por lo tanto, desde que Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, fue investido alcalde. Concluido el pleno, Ferreiro salió a la plaza de María Pita blandiendo el bastón de mando con el que iba a conducir al rebaño por frondosas cañadas. El alcalde es mi pastor, nada me falta. La xente do común coreaba “¡hai Marea!”, “¡hay Marea!” –que también hay castellanohablantes–. Ferreiro volvió a su despacho y se dio cuenta de la que se le venía encima. Los coruñeses aún tardaron un poco más de tiempo en ser conscientes de lo que se le había venido encima. El caso es que como a nadie en la Marea, nasía pa’ganá, se le había pasado por la cabeza que llegarían a gobernar, el programa electoral iba cargadito de disparates, entre ellos la remunicipalización de servicios. Pues de recuperarlos nada de nada. La ORA, la grúa, las bibliotecas y el salvamento en las playas siguen en manos de empresas privadas. ¡Vaya!, otro compromiso incumplido. En realidad, ¿habrá alguno que hayan cumplido los mareantes?