1. La Confederación y los Cantores deberán promover la educación musical sobre todo para niños y jóvenes.
2. La Confederación deberá especificar los principios para el acceso de jóvenes a la creación y promoción de personas musicalmente talentosas.
Así rezan los textos que desde ahora, tras una lucha que comenzó en el 2006, Suiza incorpora en la Carta Magna, colocando la música y el canto como parte de su Constitución; una idea, según informa el diario La Côte sustentada por el 72.7 % de la ciudadanía (cerca de 1,55 millones de personas) que surge tras el éxito obtenido con la inclusión de la formación deportiva en la educación.
Noticia de candente actualidad, si bien, el planteamiento de la incorporación de la música en la formación de los ciudadanos se remonta a las ideas de Platón y Aristóteles practicadas en la antigua Atenas, donde para la formación de los jóvenes se combinaba –como ahora en Suiza– la gimnasia, para cultivar el cuerpo, y la música, para cultivar el alma. En estos tiempos la música era algo de índole político, trascendía al gobierno de la ciudad y también la definía, en una cultura que establece una base sin precedentes y que sabe otorgar a nuestra “sentida” disciplina un lugar de honor en las áreas del conocimiento, y no como en la fórmula pronunciada por el ministro Wert cuando afirmó que “la educación artística distrae de las demás asignaturas”. En fin “cosas veredes”, que decía nuestro amigo de La Mancha.
Galicia abre también el debate sobre el cambio en la formación musical. El profesor Luis Costa afirma que “la enseñanza de la música en grado elemental debería ser universal y gratuita”  lo que genera la problemática de cómo canalizar esta universalización, algo que también se cuestionó el pasado 24 de marzo en el Pazo de Raxoi, sede del Consello da Cultura Galega, con la jornada: “ Os Curricula Escolares nos novos plans de estudo: Música e Artes Escénicas”, en la que el eje temático nos situaba en cómo facilitar las posibilidades de cursar enseñanzas artísticas y obligatorias, para paliar la sobrecarga lectiva de los alumnos que optan por los estudios artísticos. ¿Mejor centros integrados? Una cuestión tan antigua como actual.