No hace mucho se tildó de princesa a la candidata socialista a la Alcaldía de Ferrol. Obviamente no se hizo como elogio, entre otras cosas porque Beatriz Sestayo tiene la sangre bien roja, sino con el desafortunado objetivo de vejarla y despreciarla públicamente con un innegable tufo machista, porque no me negarán que sería difícil dirigirse así a un candidato masculino. El mero hecho de ser mujer no merece semejante falta de respeto bajo la excusa de la crítica política. Beatriz ha sido juez, fiscal, abogada, se ha ganado la vida fuera de la política y volverá a hacerlo cuando la deje, y saben ustedes que no todos pueden decir lo mismo, y su contribución a la creación e impulso de los servicios sociales en Ferrol, hoy prácticamente desmantelados por el PP, fue decisiva. Muchas mujeres maltratadas, por ejemplo, lo saben bien. Pero no me extenderé en la figura de Beatriz. Quiero señalar a esos que la critican por su mera condición de mujer, a esos sapos que hay detrás de cada princesa.