Bajo la firma de su director ejecutivo, Ángel de la Fuente, la Fundación de estudios de Economía aplicada (Fedea) ha hecho pública una investigación sobre “Dinámica territorial de la renta en España 1955-2016”, primera de una serie en la que se analizará la evolución del PIB per cápita de las comunidades autónomas y sus factores determinantes.
El trabajo comienza fijando algunos de los datos más significativos de la evolución de la economía española en los sesenta años establecidos. Un tiempo en el que la población aumentó un 59 por ciento, mientras que el empleo lo hizo en un 63 por ciento y el producto interior bruto se multiplicó por 8,6. Como consecuencia, la renta real por habitante aumentó a una tasa media anual del 2,76 por ciento hasta multiplicarse por 5,4.
En conjunto, por tanto, las últimas seis décadas han sido para España un periodo de rápido crecimiento de la renta y moderado aumento de la población y el empleo. Tal comportamiento, sin embargo, no ha sido uniforme a lo largo de los años, aunque bien puede concluirse que la geografía económica de España ha experimentado una profunda transformación desde los años cincuenta del siglo pasado.
El documento señala cómo en 1955 la región más rica era el País Vasco, seguida de Madrid, Cataluña y Navarra, mientras que las más pobres lo eran Extremadura, Galicia, Castilla-La Mancha y Canarias. Sesenta años más tarde, las regiones que ocupan los extremos del ranking siguen siendo en buena parte las mismas, con algunas novedades y algunos cambios en su ordenación: Madrid desplaza al País Vasco de la primera posición y Andalucía y Murcia reemplazan a Galicia y Extremadura en el grupo de cola.
También nuestra comunidad muestra una evolución claramente más positiva que los otros tres territorios que a efectos del estudio integran el grupo noroeste y que son Castilla y León, Asturias y Cantabria.
Por otra parte, la distancia entre los dos extremos de la distribución se ha acortado de forma apreciable: la diferencia entre la región más rica y la más pobre se ha reducido a la mitad; en concreto desde los más de 130 puntos de 1955 hasta los 68 de 2016. También se observa que las comunidades inicialmente más precarias han mejorado su situación relativa mientras que las más suficientes han perdido generalmente terreno, lo que ha tendido a acercar a ambos grupos.
Se puede hablar, por tanto, concluye el profesor De la Fuente, de un proceso de convergencia regional o reducción de las disparidades de renta. Pero no conviene lanzar muchos cohetes al aire. Porque si una “región típica” elimina cada año tan sólo un 0,82 por ciento de su diferencial de renta por habitante con respecto al promedio nacional, a tal ritmo serían necesarios unos ochenta años para reducir a la mitad la brecha inicial de renta entre cada región y el promedio nacional.