De visita al geriátrico

Cada visita es diferente. Unas veces la alegría se les nota en el rostro pero en otras muchas ocasiones se encuentran apagados, de mal humor o simplemente sin apenas ganas de hablar. Afloran los recuerdos, buenos y no tan buenos, y ven que ya no están algunos seres queridos a su lado. Unos porque se encuentran trabajando, otros muy lejos en la distancia o simplemente inmersos con sus vidas. 

Siguen en su pequeño universo, junto a personas de su misma edad, con dolencias similares y con decenas de historias diferentes en las que predominan los sacrificios por sus padres y sus hijos y muy poco ocio y diversión. Algunos no han conocido lo que era disponer de unos días de vacaciones, si dejamos a un lado un fin de semana. Otros trabajaban de sol a sol, en el campo o en el mar, toda la vida. A pesar de todo solo tienen lo puesto, sobreviviendo gracias a su pequeña pensión de jubilación o invalidez.

Algunas de estas visitas al geriátrico me dejan preocupado, ante tanto dolor y soledad que padecen algunas de las personas mayores que allí se encuentran. Por eso me duele cuando me entero que una familia de la Comarca, cercana a la residencia de mayores, llega para llevarse a su padre, ante la precaria situación familiar (ambos cónyuges se han quedado sin trabajo) y necesitan la pensión para sobrevivir. La valentía y dignidad del padre ha estado a la altura de las circunstancias y opta por quedarse en el centro residencial. Considera que si antes era considerado una molestia para la familia, ahora, por mero interés material, se acuerdan de él. No es justo ni razonable. Prefiere pasar sus últimos días con gente que lo quiere por lo que es y no por lo que tiene. 

Me extraña no ver a esa señora que se sienta en el mismo lugar… . Me doy una vuelta por otra estancia y me la encuentro sola y triste. Le pongo mi mano sobre su cara, abre los ojos y sonríe. Está triste porque le invaden los buenos recuerdos vividos junto a su esposo. Éste ya ha pasado a mejor vida y revive, en su mente de vez en cuando, aquellos años de tanta felicidad. Pero, mañana, seguro que vuelve a estar en el mismo lugar.

De visita al geriátrico

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