EL RATÓN Y EL GATO

¿Qué celebran? Fue la pregunta que un tanto atónitos se hicieron no pocos europeos al contemplar el pasado domingo las imágenes de la histórica plaza Syntagma testada de ciudadanos que a ritmo de alegre sirtaki festejaban el triunfo del referéndum contra la propuesta de la troika para aplicar un tercer rescate. ¿Celebran su hundimiento?, se interrogaba el sensacionalista Bild, que al igual que otros medios no disimulaba su estupor ante el júbilo desatado.  En una situación tan volátil como la que se está viviendo es difícil predecir en que quedará el pulso que las autoridades griegas han echado a la Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional. Sabían y saben que la Europa comunitaria hará cualquier cosa menos permitir que un Estado miembro abandone el euro. Y aquéllas están jugando esta carta a tope hasta donde puedan. Se calcula que el rescate de Grecia está costando por ahora a los europeos no menos de 280.000 millones de euros. Esto es, 1,56 veces el PIB del país. Otros elevan la cifra a 560.000 millones. Cifras mareantes en todo caso. Pero la impresión es que los griegos acabarán consiguiendo  al menos lo mismo, pero en mejores condiciones, sostenidos por la liquidez que el BCE no se negará a concederles. 
La informalidad de los negociadores griegos les ha entornado de momento muchas puertas en instituciones económicas y mercados internacionales. Pero han conseguido con sorprendente maestría que el sufrimiento y las penurias de su pueblo semejen obra de quienes llevan  -llevamos- años regalándoles dinero. Y que Tsipras aparezca como el último demócrata de la eurozona.
Resulte como resulte, lo cierto es que, además de la económica, el caso griego tiene otras varias lecturas. Y una no menor es que ni la UE ni la Unión monetaria  cuentan con los mecanismos apropiados para hacer frente a problemas como el que se le ha presentado.  Que sus cabezas visibles  son demasiadas y con visiones distintas como para que la orquesta suene y lo haga de forma afinada. Que  la realidad ha sobrepasado una y otra vez a unas instituciones cuyos tiempos de reacción se miden en meses y hasta años, en lugar de días y semanas como a veces la urgencia lo requiere. Reuniones y más reuniones. Videoconferencias y más videoconferencias. Viajes de ida y vuelta en cuestión de horas. Parecían algo así como el ratón y el gato: el “heroico” Tsipras poniendo en danza a la “malvada” troika.  No es de extrañar que más de uno haya sentido una cierta pesadumbre por la timorata actitud de las instituciones europeas ante el continuado chantaje del gobierno griego.

EL RATÓN Y EL GATO

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