Las elecciones generales ya tienen fecha. Serán el 28 de abril. Sin duda, la elección de ese día tiene muchos perfiles políticos: las encuestas, la foto de Colón o la pinza de las tres derechas y el independentismo para tumbar los Presupuestos Generales del Estado de Sánchez.
Serán los argumentos de los socialistas y habrá que ver el efecto que causan en los ciudadanos o la credibilidad que transmite un presidente que organiza mítines en La Moncloa o que ha mentido reiteradamente sobre tantas cosas en estos apenas nueve meses de gobierno. Lo que no deja lugar a dudas es que, en materia económica, ocupa más espacio lo que no ha conseguido que los logros de los que presume.
Y debo decirles que, en términos generales, ha sido bueno para la economía, las empresas y el empleo que el Gobierno no haya tenido tiempo ni apoyos para llevar a cabo algunas de las reformas que pretendía.
La economía española está en clara desaceleración y ya se ha notado en el empleo, tanto en las cifras de diciembre, cuando el empleo que se creó fue masivamente público o en las de enero, donde el efecto de la subida en un 22,3 por ciento del SMI, ha hecho estragos.
También han hecho mucho daño algunos de los anuncios, como la subida de impuestos y cotizaciones o el aumento del impuesto al diésel. Muchas empresas han paralizado inversiones, algunas han advertido de despidos masivos y otras como el automóvil han visto que sus ventas descendían. No tengo ninguna duda de que la marcha de la economía ha sido una de las razones que han llevado a Sánchez y sus asesores a adelantar las elecciones.
En el mitin del viernes, el presidente relató las decisiones que habían quedado pendientes. Materias como la reforma laboral, vivienda, impuestos, pensiones, brecha salarial o proyectos sociales.
Quiso transmitir que, si volvía a gobernar, retomaría esa agenda llena de medidas contraproducentes para el ciclo económico. Siempre unas elecciones son una incógnita y más con un panorama político tan fragmentado. Pero, es peor el riesgo de un gobierno con socios independentistas o comunistas que quieren cargarse el país. Los españoles ahora tienen la palabra y en su mano está decidir qué España quieren.