pocos autores han estudiado la democracia y los sistemas de partidos con el rigor y la claridad y no menor honestidad intelectual que Giovanni Sartori. No solo fue un observador de la política, sino que trató de digerirla, interiorizarla en su intelecto y desde una claridad apabullante transmitirla al ciudadano. El protagonista sin embargo ausente de la política, pero sobre todo del valor democrático.
Desmenuzó y desnudó la esencia de la democracia, la conceptualizó, la diseccionó e hizo que la comprendiéramos. El gran pensador político y humanista italiano ha fallecido a los 92 años. Con su muerte desaparece el hombre, queda un legado extraordinario de ensayos, reflexiones, obra y una autoridad moral excepcional.
Su preocupación, el cuerpo social, evitar la fractura de unas sociedades cada vez más superficiales y ausentes de protagonismo. Tratar de evitar la erosión de sus libertades y de sus derechos, de los que se pierde la conciencia e incluso la seducción por su relatividad. Supo ver los problemas de una sociedad baugmantianamente líquida. Contemplando una realidad que nos trasciende. Que nos devora. Y donde el individuo tiene que ocupar su espacio. Tanto en lo político, como en lo económico, lo social y en los medios de comunicación. El poder más sublime. Nada escapó al ojo atento del maestro italiano. Pluralismo, libertad, multiculturalismos, etnicismo y sociedades multiétnicas, y un largo etcétera de focos y enfoques que han marcado generaciones enteras de pensamiento, pero. sobre todo, supo anticipar los problemas, sus causas y sus posibles soluciones.
Sartori, el politólogo, el sociólogo, el filósofo, el articulista, el humanista, no es ni será un personaje al que sea fácil encasillar. Es ejemplo del compromiso con la realidad de su tiempo. Una voz comprometida, audaz, vibrante, erudita, aguda, hermética pero sin dobleces ni muros. Rompió encasillamientos, esquemas mentales, ideas preconcebidas. Como señalaba “Corriere della Sera”, su periódico y del que tantos editoriales y opiniones nos regaló, en el se combinaron la excelencia académica con la eficacia comunicativa. Era un comunicador nato. Sublime. Ávido polemista, perspicaz provocador Sartori marcó toda una época desde una actitud vital de compromiso, laicismo, anticomunismo y rigor teórico pragmático. A él se deben conceptos como sultanato, para definir el berlusconismo, pero también otros como la política y el pluralismo polarizado.
Sus últimos años conocieron de sus reflexiones sobre la sociedad, sobre el riesgo de fracaso del multietnicismo, sobre el problema de la inmigración, sobre las regresiones culturales que nuestras sociedades vives, experimentan y abrazan voluntaria y pasivamente, de cierto pesimismo ante el declive de lo escrito y su supeditación y hundimiento ante la imagen. Homo videns es una obra clara, concluyente, dura pero no falta de enfoque y razón acertada.
Se apaga una voz que nos enseñó el valor de la democracia, el valor de los partidos, y con ellos de la Política con mayúsculas. También del papel que debe jugar y no renunciar la sociedad.