Bien es cierto que se las podía haber ahorrado. Me refiero a las reincidentes declaraciones –tres días seguidos- del ministro de Justicia, Rafael Catalá, sobre el “singular” magistrado que firmó el voto particular exculpatorio en la sentencia de La Manada. A toro pasado, su idea de que el juez en cuestión constituía un peligro y que debería haber sido removido antes de la celebración del juicio no podía tener ya efecto práctico alguno. ¿Por qué sale a la palestra? Así lo que ha logrado ha sido dar mayor pábulo a la gresca política, mediática, populista y corporativa.
Lo curioso del caso es que el destinatario de la inusual andanada ministerial ha venido a ser quien, al menos en público, menos se ha manifestado. Esto es, el Consejo General del Poder Judicial con su presidente a la cabeza, debidamente avisado al respecto. Y quienes por el contrario sí lo han hecho han sido jueces y magistrados en un también inusual prieta las filas corporativista, cuando en verdad el ministro no entraba para nada en el contenido y fallo de la controvertida sentencia. Su propósito era más disciplinario que jurídico.
De todas formas, en medio de la polémica se están echando de menos análisis más profundos de las causas que pueden estar incidiendo en barbaries como la de Pamplona. Como bien se ha dicho, no sé si el árbol no nos estará dejando ver el bosque.
Ahí están, por ejemplo los efectos del consumo excesivo de alcohol de jóvenes y no tan jóvenes; la degradación de no pocas grandes fiestas populares aquí, allá y acullá; la misma cultura postautoritaria que se vive y que se traduce en un dejar pasar conductas más que cuestionables por miedo a intervenir; la banalización de las relaciones sexuales; la gran crisis de valores permanentes para una sociedad cambiante. Una sociedad, en definitiva, desarmada.
Mucho se habla también de las consecuencias de la pornografía, que se ha convertido en la educadora sexual de miles de adolescentes. Más que probado está que ésta tiene una relación directa con el machismo y con las conductas violentas contra la mujer, que juega un papel de mero objeto sexual, como en este caso crudamente relata la sentencia.
Sin embargo, son todavía pocas las voces que ponen sobre la mesa esta realidad, mientras que la solución de otros es fomentar la pornografía femenina; es decir, cosificar también a los hombres y fortalecer así el modelo. El machismo permanece –ha dicho el profesor José Antonio Marina– porque intentamos erradicarlo con una mano mientras que lo promovemos con la otra.
En el fondo, la deshumanización de lo sexual está en la base de una dolorosa realidad: la ligereza con que se aborda todo lo a ello referido. ¿Quién puede, pues, extrañarse de que todos esos polvos sean ingrediente no menor de estos lodos?