Vidas ajenas

Durante los años que llevo colaborando con el Diario de Ferrol en esta columna he recibido críticas y alabanzas, también algún que otro improperio o insulto. De las primeras y de estos últimos, tengo que reconocer que por suerte no han sido demasiados, y casi siempre, por no decir siempre, relacionados con algún que otro tema conflictivo como el aborto o la ideología de género. Sin renunciar a mi forma de pensar y de sentir, desde luego no es mi intención ofender a nadie ni creo haberlo hecho; por eso doy a título de inventario las descalificaciones gratuitas.
Me asombra, sin embargo, que se pretenda callarme con argumentos tan falaces, como que me meto en vidas ajenas. Al parecer quienes desean romper o cambiar el modelo de familia natural y tradicional, tienen todo el derecho de hacerlo; mientras que quienes lo defendemos, somos unos impresentables que no hacemos más que molestar. No creo meterme en la vida de nadie, allá cada uno con sus gustos y preferencias; pero tengo todo el derecho a opinar sobre temas, que afectan al medio social en que nos movemos de una manera fundamental.
Todo vino a razón de un artículo reciente en el que mantenía que intentar hacer normal lo anormal y no tolerar que nadie diga lo contrario, era una barbaridad. Pues bien, por lo que respecta a la segunda afirmación parece que acerté, en seguida salió por twitter el intransigente de turno llamándome homófobo e intentando ponerme en mi sitio. O sea que cerrara el pico y estuviera calladito para no molestar ¿Me metí yo en la vida de este señor? Sinceramente creo que no, es más le puedo asegurar al susodicho que fuera cual fuera la razón por la que reaccionó de esa manera, mi actitud hacia él o hacia cualquier otro es de respeto personal.
Esto nada tiene que ver con el hecho de que, desde mi punto de vista, se esté forzando una legislación confusa y equivocada sobre temas fundamentales que afectan a la naturaleza humana y a la familia. Son temas como mínimo opinables que nada tienen que ver con actitudes homófobas, como se dice ahora. Este tipo de descalificativos simplistas e injustos, pero claramente útiles, son fruto de la intolerancia de nuevo cuño.
Mi respeto hacia las personas va parejo a mi libertad de pensamiento, como se puede comprobar en mis artículos; incluido el que dio lugar al ataque tuitero. Desde luego, entre mis amigos y conocidos, algunos compañeros de trabajo, se encuentran gente de todo género y condición, que organizan su vida como les viene en gana y además de con mi amistad, cuentan con mi respeto. Ellos también comparten estas actitudes y no me tienen por homófobo, supongo que porque no tienen razón para hacerlo.
 

Vidas ajenas

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