Felipe se distancia

Felipe González que “no se siente representado en ningún proyecto (actual) de reforma, de renovación y de progreso”. Son palabras mayores en boca de quien fue presidente del Gobierno de España durante catorce años. No es una opinión más. Ha sido el primer presidente socialista la Segunda República y el único político español a quien los ciudadanos todavía siguen identificando por su nombre de pila. Se puede entender el fundamento del que procede su reflexión. Por no hablar de decepción.
Las crónicas del acto en el que habló de esta guisa (presentaba un libro del exministro Carlos Solchaga), le describen preocupado por la situación que atraviesa España. El escenario político creado en Cataluña pesa en sus reflexiones. Máxime cuando al evocar el intento de golpe de Estado del 23-F (1981) reveló haber estado dispuesto a formar un Gobierno de coalición con la UCD (presidida por Leopoldo Calvo Sotelo), una oferta que fue rechazada.
Evocaba el pasado pero a nadie se le escapa que sus palabras parecían estar apuntando al panorama postelectoral que las encuestas dibujan en Cataluña. Es sabido que los últimos sondeos avizoran un empate entre las fuerzas constitucionalistas y los partidos separatistas. Tras el 21-D, los independentistas que vienen de estar agrupados (JuntsxSÍ) no dudarán en repetir la fórmula que en la anterior legislatura les dio la mayoría de escaños en el Parlamet pese a tener menos votos que los constitucionalistas. Es en éste bando donde las cosas no están tan claras. Mejor dicho, las cosas van mal. De creer a Pedro Sánchez, el PSC-PSOE no pactará con Ciudadanos porque –según su decir– es “la media naranja del Partido Popular”.
Tengo para mí que al recordar los días de la Transición, sin decirlo abiertamente, Felipe González estaba distanciándose de la estrategia que sigue el PSOE en la crisis catalana. Sí se cierra la posibilidad de pactos entre los partidos que defienden la unidad de España en un momento en el que los independentistas, con el prófugo Puigdemont ejerciendo de nuevo Antonio Pérez desde Bruselas, se les facilitan los planes.
Y no solo es por el asunto de los pactos. Comparar a Albert Rivera como ha hecho Adriana Lastra (vicesecretaria del PSOE) con José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, es la prueba del abrumador descenso de nivel en el que se mueve el actual liderazgo del Partido Socialista. No me extraña que Felipe no se sienta “suficientemente representado” en ningún proyecto político. Ni siquiera en el de su propio partido.

Felipe se distancia

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