cientos de veces se ha dicho que el Senado no vale para nada. Pero resulta que cuando sí vale, a algunos no les sirve porque no cubre conveniencias propias. Es lo que está sucediendo con el torticero atajo que el Partido Socialista se ha buscado para eludir el voto decisivo de la Cámara Alta –veto no es la expresión adecuada– en la pretendida reforma de la ley de estabilidad presupuestaria. Así podría el Gobierno eludir la senda de déficit público y sacar adelante unos Presupuestos Generales del Estado con mayor capacidad de gasto y una notable subida de impuestos.
Hasta hace unos días la reforma en cuestión estaba retenida en la Mesa del Congreso porque Partido Popular y Ciudadanos, con mayoría en la misma, se oponían a ello al entender que el vericueto ideado no era constitucionalmente de recibo y, en el fondo, porque podía conducir a unas cuentas públicas no tan beneficiosas como sus mentores proclamaban.
Resulta, sin embargo, que hace unos días el partido de Albert Rivera dio un sorprendente giro y ha permitido que la reforma siga su normal trámite parlamentario. Dice y repite que, aun así, nunca dará al visto bueno a tales eventuales presupuestos y que alargará en lo posible el procedimiento hasta el final de legislatura para que, en todo caso, no puedan entrar en vigor.
Practicará de esta forma un filibusterismo político muy parejo al que él venía reprochando al Partido Socialista. De momento, al haber dejado al PP en soledad, le haya dado un cierto respiro a Pedro Sánchez por aquello del “divide y vencerás”.
Lo que Ciudadanos, sin embargo, no ha explicado es por qué el discurso que mantuvo hace poco más de un mes (18.09.18) en el pleno del Congreso para seguir bloqueando la pretensión socialista ya no le vale, cuando las consideraciones jurídicas y de ortodoxia parlamentaria no han variado. La clave de lo sucedido bien puede estar en que lo que ha cambiado han sido las circunstancias políticas.
No creo que todo ello se haya debido solo a una voluntad de marcar perfil propio y distanciarse de un PP que ha acentuado su querencia conservadora. En estos momentos populares y partido naranja están coincidiendo en la defensa de la unidad de España frente al separatismo catalán y en la oposición al proyecto de presupuestos generales. Pero en otros grandes temas las diferencias son viejas y harto notorias.
Por eso quiero pensar que el desmarque de Rivera tiene otra clave: las elecciones andaluzas de dentro de un mes. ¿Habrá llegado Rivera a un preacuerdo con el PSOE para apoyar o sostener a Susana Díaz en la legislatura que allí se abra, o estará preparando el terreno para que así pueda resultar? Sea como fuere, lo cierto es que Ciudadanos ha confirmado una vez más que es un socio o vecino poco fiable.