La buena voluntad no basta

La utopía es el motor para avanzar, sin ese motor no hubiera sido posible el progreso. Aunque algunos confunden la utopía con la estupidez. Los líderes de Mayo del 68 –haciendo honor al revolucionario francés del siglo XIX, Louis A. Blanqui– gritaban: “seamos realistas ¡pidamos lo imposible!” Eso no era utopía, era otra cosa. La utopía es algo posible, realizable.
Hay utopías que pueden cambiar la política, el modo de hacerla, con lo cual pueden modificar el rumbo de una sociedad. Los partidos emergentes, los de la nueva izquierda europea, pues también hay la nueva derecha, están ganando peso en algunos países, tanto, que los representantes de esa nueva izquierda tienen previsto celebrar el mes próximo en Madrid un encuentro. Tratarán de intercambiar opiniones y analizar la situación socio-política en el ámbito europeo. Dicho encuentro se denomina, “Pan B, contra la austeridad, por una Europa democrática”. Entre los invitados importantes estará el ex ministro de finanzas griego, Yanes Varoufakis, y el Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. De España asistirán –además de otras personas– Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, y Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalidad valenciana. El encuentro promete.
Los puntos más importantes a tratar será la crisis griega; las políticas antisociales; la ausencia de democracia en la UE; los golpes de Estado financieros de la Troika, etcétera. Al parecer, los participantes intentarán abrir un espacio de diálogo en el cual confluyan personas y movimientos sociales, digamos un frente coordinado con el objeto de oponerse al modelo actual. El encuentro no es para crear un partido paneuropeo de izquierdas, sino para establecer un frente común de actuación.
En todo caso, la actual UE forma parte –suponemos que los asistentes a la conferencia lo tendrán en cuenta– del orden neoliberal que se está tratando de imponer al mundo. Por lo tanto, cualquier obstáculo que obstruya esos planes tratarán de “eliminarlo”. Y por si hubiera alguna duda, la muestra la tenemos en las últimas elecciones regionales de Francia. En la segunda vuelta se unieron la izquierda y la derecha neoliberal para cerrarle el paso al FN. Parecía una conspiración. Muchas personas no entienden semejante “matrimonio” y se preguntan, ¿cómo es posible? La respuesta es sencilla. El FN, independientemente de su ideología, de que pueda despertar simpatías o antipatías, le ha declarado la guerra a los mercados y también a los burócratas de Bruselas. Esa es la verdadera razón que se oculta detrás de los “argumentos” de Sarkozy y Hollande. No olvidemos que la partidocracia obedece a los poderes financieros nacionales, y éstos a su vez a los grupos globales. Así funciona la “cadena de mando”. Es curioso, esos poderes apoyan el juego democrático mientras favorezca sus intereses, es decir, aceptan el resultado de las urnas –como dijo Varoufakis– cuando esos resultados los beneficia. Luchar contra ellos no es fácil. Es David contra Goliat. Si un país en solitario osa desafiarlos, su gobierno será aplastado y su pueblo humillado. Sucedió en Grecia. La única posibilidad de hacerlos entrar en “razón” es colectivamente. 
Independientemente de los factores mencionados, la construcción de un modelo social más justo, a la luz del actual “catecismo” de valores, es una tarea harto complicada. Un obstáculo difícil de vencer para poder avanzar hacia una sociedad más justa y más humana. Sin una nueva cultura, con otros valores, con una nueva visión social, no habrá posibilidad de cambiar nada. Todo intento será un fracaso. Los cambios pasan por proponer otra ética, otros principios, otros códigos de conducta, capaces de transformar a las personas y a la sociedad. Es obvio que tales cambios chocan con el actual modelo cultural, que fue creado por los mismos que se oponen a cambiarlo.
La nueva izquierda –en caso de llegar al poder– no podrá hacer grandes cosas, si antes no se produce un cambio real en la actual cultura materialista-consumista. Eso significa, que el cambio empezará por ser cultural. O no será.
 

La buena voluntad no basta

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