cuando cumplimos la cuarentena real –día 40 del confinamiento–, que nos mantiene en casa e intentando que nuestras acciones sean las más correctas en beneficio de los demás y en el propio, en mi cabeza revolotea una pregunta: ¿Estamos preparados…? Lo digo porque el Gobierno está intentando alcanzar la fórmula magistral, sin saber cómo hacerlo, para que a partir del próximo lunes por las calles comiencen a pulular más viandantes, muchos de ellos llevando de la mano a niños en edad pediátrica. Y digo que el ejecutivo, y el equipo de expertos que lo asesora, no tiene las ideas claras de lo que se puede hacer con los menores de la casa que llevan también cuarenta días sin poder respirar el aire puro que hay hoy en nuestras calles y que actuaría como un bálsamo para seguir confinados un tiempo más.
Las primeras decisiones adoptadas fueron totalmente erróneas. Me imagino a los niños correteando por los hipermercados, situados en la cola de una acera para ir a un banco o una farmacia y, mucho más tremendo, esperando turno en un estanco para que el mayor compre tabaco. En verdad, ¡demencial! Al inicio de mi comentario me preguntaba si estamos preparados para que se vaya levantando paulatinamente el confinamiento. Soy de los que cree que no. Vamos a correr un riego innecesario puesto que no sabemos cuántas personas pueden estar contagiadas o ser portadoras del coronavirus y no tener síntomas. En otros países para tomar la decisión se llevaron a cabo test masivos, cosa que aquí no se ha hecho. Vamos a correr todos un gran riesgo y si esto empeora -Dios quiera que no- nuestro sufrimiento confinado no habrá servido para nada.
Celebramos hoy la festividad de San Jorge que para los amantes de la lectura es el día del libro, pero para los seguidores de las leyendas es el santo caballero que fue capaz de matar al dragón. Espero que a partir de hoy tengamos también a nuestro San Jorge especial, representado por el presidente del Gobierno, y que con sus decisiones sea capaz de cortarle el cuello a este dragón que nos tiene atenazados, el coronavirus. En sus manos ponemos la gran espada. Deseamos que sepa usarla…