es difícil establecer qué es más absurda, si la suposición de que el hurto de unos cosméticos perpetrado por un político con ambiciones en un comercio próximo al lugar de trabajo, grabado con cámaras y con varios testigos presenciales puede quedar oculto, como si no hubiera sucedido nunca, para siempre, o la creencia de que esos mejunges que atienden al nombre de “crema anti-edad” sirven para algo. Al parecer, Cristina Cifuentes estaba convencida de ambas cosas.
De no mentir las imágenes de una Cristina Cifuentes, vicepresidenta de la Comunidad de Madrid en la fecha de autos, siendo pillada in fraganti mangando unos botes de fierabrás y obligada por el segurata del establecimiento a desvelar su escondite en el interior de su bolso, habrá que pensar que esta mujer se conduce, en efecto, de una manera bastante absurda, pensamiento que ya había echado raíces en la opinión pública desde lo de su quimérico máster y sus flipantes explicaciones al respecto. Claro que, en punto a absurdos, más lo es no que una ciudadana de estas características llegara a presidenta de la Comunidad de Madrid, pues también llegaron Esperanza Aguirre o Ignacio González, sino que hasta hace unas pocas horas siguiera, tan campante, ahí.
Políticamente, la cuestión no tiene, se mire como se mire, un pase, pero lo que desvela es mucho más dramático: la cleptomanía sistémica en el Partido Popular de Madrid, y no solo de Madrid, y la convicción de tantos, señoras particularmente, de que hay pontingues cosméticos capaces de vencer los estragos del tiempo. De mano de esto último entramos en el engañoso y detestable mundo de las apariencias, en el que la política Cifuentes, azote de ilícitos y corrupciones para la galería, se ha movido, al parecer, como pez en el agua.
Las cremas llamadas anti-edad de las que Cifuentes se ha revelado tan irrefrenablemente partidaria, no tienen nada que hacer contra la edad, aunque a alguien, sin ir más lejos a la que se acaba de despedir del cargo con un desparpajo que roza lo obsceno, le pueda parecer que un poco más de artificial e innecesaria hidratación en las patas de gallo rejuvenece las células. La apariencia, tal ha sido el activo político, y no sé si personal, de esta ciudadana.