Emplazado por el PP, Ciudadanos anuncia que tras el 28 de abril no pactará con el PSOE. ¿Sea cual sea el resultado de las elecciones? Cuesta creer que Rivera mantendrá este compromiso si, llegado el caso, la aritmética parlamentaria resultara favorable a un acuerdo de gobierno con los socialistas. Acuerdo que alejase al PSOE de los separatistas y de Podemos. Es cierto que la experiencia (mala) de Ciudadanos con Sánchez les ha dejado escaldados. Le apoyaron en la primera ocasión en la que pudo llegar a La Moncloa mientras Iglesias torpedeaba aquella operación reclamando media docena de ministerios y la dirección del CNI.
Iglesias confiaba en el “sorpasso” que no llegó y a Rivera algunos de los suyos le acusaron de ingenuidad política. Sin embargo, y pese a que Sánchez se entregó a Podemos, Ciudadanos durante algún tiempo apoyó a Susana Díaz en Andalucía. Si exceptuamos, por anecdótico, el caso del PAD que aportó en su día dos ministros al primer Gobierno de González, en España, en el plano nacional no hay tradición de coaliciones de gobierno. El bipartidismo (PSOE -PP) en régimen de alternancia ha presidido la vida política a lo largo de los últimos cuarenta años.
Era el resultado de lo que se decidía en las urnas, pero no es seguro que haya sido la mejor de las fórmulas posibles. Sobre todo en momentos de problemas políticos o económicos muy serios. Cuando se habla de las ventajas de los gobiernos de coalición se acostumbra a mirar hacia Alemania. Nuestros vecinos del norte han apostado una y otra vez por esa fórmula. Allí hemos visto gobernar a los socialistas con apoyo de los verdes o los liberales y a la CDU con el apoyo de los socialistas. Y nadie teorizaba sobre la conveniencia de establecer “cordones sanitarios”, ominosa expresión que instala en la política la mala praxis de la exclusión, de la marginación de los que no son afines. Tierno Galván decía que las promesas electorales se formulan para no cumplirlas. De ser así, habría que restar trascendencia al anuncio de Ciudadanos.