LOS EFECTOS COLATERALES DE LA CRISIS ACTUAL

Algunos economistas tienden a olvidar, con mucha facilidad, que la ciencia social que han estudiado es eso precisamente, una ciencia social, y buscan enfrascarse en discusiones peregrinas sobre los orígenes y trayectoria de esta crisis que cualquier hijo de vecino, más o menos enterado, veía venir desde hacía tiempo. Todos los componentes ideológicos suelen salir a flote en esta clase de discusiones, y nos ayudan poco a comprender el verdadero meollo de la cuestión. Otros, afortunadamente para nosotros, cumplen a plenitud con el propósito cierto de toda ciencia social y humanística, es decir ayudar a la gente a entender mejor el mundo en el cual les ha tocado vivir.
Ciertos académicos, científicos sociales, humanistas, políticos, empresarios y estrategas políticos, sólo tienen interés en controlar la crisis, no en prever sus efectos o desviarlos. Durante mucho tiempo ha quedado meridianamente claro que las crisis son sumamente útiles al sistema capitalista. Les permiten, a sus promotores y merodeadores, sacar partido de la situación; y de la destrucción total que se produce en todos los terrenos imaginables, buscan salir más fortalecidos, nunca más previsores para prepararse a recibir el nuevo impacto económico. Aplican viejas tácticas, con las leyes del embudo previas, anchas y favorables a unos pocos para poder enriquecerse en el río revuelto del sistema de mercados globales y rescatar al capital bancario, al mismo tiempo que estrechas y de obligado cumplimiento arruinando el capital humano, con resultando de muchos perjudicados injustamente.
No podría ser de otra forma, pues en el sistema capitalista quienes pagan el costo de la recuperación son precisamente los trabajadores. Sin embargo, en cada crisis periódica se puede también variar el abanico de opciones políticas, y plantear nuevas rutas y nuevas vías para que la crisis no los liquide. Así lo prueban las experiencias recientes de algunos países, donde el neoliberalismo es tal vez el principal responsable de todo este desmadre político-financiero, crediticio-hipotecario y económico social global. La forzada política legislativa, impuesta bajo ciertos paraguas y trajes negros que relataron para liar la crisis, hizo todos sus esfuerzos y dio lo mejor de sí para conseguir que la sociedad tenga ahora unas clases más desiguales, pero si fuese necesario los partidos clásicos se reinventan con nuevas caretas.
A cambio, la mayor parte de estos gobiernos ya supieron negociar con los mercados y bancos centrales, para que su espacio de maniobra política no se les redujera y no les impidiera impulsar los planes de permanencia que tenían pensados. En esas negociaciones se han sacrificado a cambio una gran cantidad de conquistas sociales de los trabajadores, aunque supuestos avances en otros terrenos justifiquen las medidas de recortes para la necesaria recuperación nacional, a pesar de que dejan intacto el funcionamiento del sistema económico financiero causante real de la crisis.
Las actuales herramientas de las TIC, aplicadas en muchos sectores privados, no han sido empleadas en España para racionalizar y recortar las administraciones públicas, todavía mal justificadas con románticas raíces trasnochas del siglo XIX, en lugar de enfrentarse con madurez y valentía política a un insoportable e insostenible gasto. Es cierto que se intentó lavar la cara con el Informe CORA, y algunos pensaron con ilusión en aquellas esperanzadoras palabras: “Las pesadas burocracias de este siglo serán sustituidas por grupos fluidos de solucionadores de problemas”. Steve Truett y Tom Barrett. Pero fueron de nuevo laminadas por el mismo aparato aristocrático de altos cargos públicos, que con caras nuevas se prestan a relatos y discursos viejos.
La falaz e imprudente creencia de muchos altos cargos, públicos y privados, en la eficiencia de los mercados y la capacidad de que los gobiernos y bancos centrales puedan modelar la economía, ha originado la peligrosa aventura de intentar suprimir el riesgo de los mercados, cuando esta realidad ha sido la colosal causa de la crisis. El intento de tratar de domar la incertidumbre económica, tanto por la colaboración de un voluntarismo sospechoso e interesado de nuestros gobernantes, como por el modelo de control monetarista-keynesiano de sus asesores, que ya ha provocado para la mayoría de ciudadanos con sus resultados en la economía, el obligado reconocimiento de su fracaso.
Solamente se habla del PIB en términos de recuperación macroeconómica, pero no de la impagable deuda adquirida por el Gobierno para permitir su permanencia en el poder político, y además, sin plantear siquiera la necesidad estratégica de justificar un plan de desarrollo sostenible de la economía española, es decir: ¿Cuál va a ser el nuevo modelo productivo de España?, ¿cómo rescatar el capital humano, portador del conocimiento y de la fuerza necesaria del trabajo productivo?
 

LOS EFECTOS COLATERALES DE LA CRISIS ACTUAL

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