Observamos, de manera objetiva, que en la mayoría de las movilizaciones, concentraciones, manifestaciones o eventos reivindicativos siempre están las mismas personas y colectivos. Vemos una falta de empatía y solidaridad, por parte de muchas personas que no piensan más que en si mismos. Si algo no les afecta, directamente, para ellos no existe o no les importa. No piensan más allá de su efímera existencia, viven su presente y el futuro no existe en su vocabulario.
Son inconscientes de la historia de los pueblos y comunidades. No quieren saber que si tienen un trabajo digno y bien retribuido; una pensión suficiente; un centro de día o geriátrico, una sanidad pública gratuita y universal, unas subvenciones y ayudas (algunas a fondo perdido) para desarrollar sus proyectos y actividades profesionales o empresariales es gracias a la lucha de todas esas personas y colectivos. Es gracias a que dieron la cara, algunos incluso dejando su propia vida, para que ahora esos seres insolidarios, codiciosos y avaros, se beneficien de la lucha de los demás.
Por otra parte, resulta paradójico que cuando hay un acto festivo, gastronómico o lúdico son los primeros en presentarse. Si es gratis mucho mejor, aunque los fondos salgan del erario público. Son personas que no aportan nada a la sociedad. En muchas ocasiones incluso se dedican a molestar y a presumir de sus “batallitas” del pasado delante de un vaso de vino o un cubata. No, de ninguna manera estas actitudes se pueden justificar por la ignorancia, eso tiene otra denominación: maldad, codicia y soberbia.