ALEX KATZ, CASI NADA

AAlex Katz (Brooklyn, 1927) , cuya obra se muestra ahora en el Museo de Gas Natural Fenosa, podría aplicársele aquello que, en su día, se dijo de Azorín, que es un “artista de los primores de lo vulgar”, pues lo que plasma en su pintura, sin asomo alguno de grandilocuencia, son los seres que le rodean y los instantes de lo cotidiano; esos nimios momentos que pasan sin dejar una huella distintiva o notable, pero cuyo halo repetido y cuyo repetido sucederse marcan nuestra vida más que las grandes ideas y las utopías de lo inalcanzable.

De ahí el título, felizmente escogido por David Barro, comisario de la muestra, de “Casi nada”; pues este casi nada, esta suma de pequeñas cosas que constituye la rutina diaria acaba convirtiéndose en casi todo; por ello, la frase podría ser enfatizada, según el dicho común, cuando quiere resaltarse algo: ¡casi nada! Que una flor, que la mujer que amas, que una reunión de amigos, que un árbol nevado o un contraluz al atardecer se conviertan en motivos plásticos y quieran ser perpetuados en imágenes sencillas nace de una emoción gozosa y melancólica a la vez, de un delicado sentimiento de lo efímero que se traduce en sosegadas imágenes, muchas de las cuales, pasando por la depuración de formas que supusieron artistas como Matisse o Monet, se aproximan a la estética oriental.

Alex Katz fuerza esta simplicidad hasta convertir el cuadro en un diálogo entre formas planas y fondos casi monócromos o con tonos reducidos; de manera que emana de todos ellos una serenidad hierática, una quietud atemporal, aproximándose al terreno de lo simbólico, tan caro a culturas como la egipcia, aunque él lo hace en clave moderna. Lo concreto, entonces, deja de serlo para convertirse en arquetipo; así, el hermoso rostro de Ada, su mujer, se agiganta para devenir imagen del eterno femenino; ya en su versión amable, como en “Ada and Purple Wind” de 1996; ya en la más inquietante y brujesca de la “Ada” de 2009; y los descarnados troncos del bosque de March Snow adquieren la misteriosa atmósfera de un cuento infantil, con presentidas Caperucitas y Blancanieves ausentes.

Sola, con una pregunta en la mirada, está “Maria in Black”. Y, en general, la soledad espacial rodea a sus personajes, que vienen del horizonte, como en Departure o en Ace Airpot; se perfilan en el horizonte, como la casa de Reflection; miran al horizonte, como en Boy in Water; o aguardan frente al horizonte, quietos, silenciosos, enigmáticos.

ALEX KATZ, CASI NADA

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