HAY determinadas noticias ante las que uno no sabe si tirar foguetes o echarse a llorar. Resulta que los gallegos podremos, desde este verano, usar la receta electrónica en ocho comunidades. Un hecho que se vende como un gran adelanto y avance por la normalización de la asistencia sanitaria. El problema es que quien se muestra tan satisfecho ante este acontecimiento (no sé si decir magno), no explica qué demonios van a hacer los pobrecillos que tengan que desplazarse a cualquiera de las otras diez autonomías restantes y que precisen un medicamento para tratarse de sus dolencias. En ese caso su tarjeta no servirá ya que nadie tuvo la previsión de obligar a las comunidades a adoptar sistemas informáticos compatibles. Una coña...