Este final de crisis o de época aparecerá en los futuros escritos que cuenten la historia como el momento en que los líderes desaparecieron dejando su sitio a funcionarios y a personas, no digo miedosas… pero casi. Hace 15 días escribí aquí de lo acontecido en Las Palmas con el discurso del alcalde en la entrega de premios al ganador de la fiesta (me guardo el calificativo) de los Drag. A ello hubo, el colmo sería lo contrario, reacción del obispo ¿cuál?, una homilía que según algunos estuvo acertada, aunque a mí no me lo parece y menos cuando dice que hasta tal instante pensaba que su momento de más tristeza y dolor en la Diócesis había sido el día del accidente en Barajas del avión que viajaba a Canarias. Continúa diciendo en la homilía que ahora piensa que su peor día ha sido vivir el acontecimiento Drag. Lo he leído varias veces y ¿qué quiere que le diga?, Don Francisco, me sorprende su elección de “momento más triste”, y que pida perdón por lo sucedido. Y digo yo… ¿no sería mejor hacer un poco de autocrítica? y ¿un poco de reflexión sobre su catequesis y liderazgo moral, al igual que el de muchos de sus compañeros Pastores? Seguro sería oportuno y ejemplar.
Es difícil encontrar un obispo que convenza y convierta; que evangelice. De los dos o tres obispos de los que esperaba algo, seguimos esperando. De los nuevos, seguimos esperando y tengo la impresión que seguiremos esperando bastante tiempo.
A este convencimiento defraudante lo trae la reelección como presidente de la Conferencia Episcopal de Don Ricardo Blazquez, y, aún más, la incorporación del Cardenal Cañizares que dicen ahora se ha convertido a líneas más acordes con el Evangelio, olvidando aquellas maneras que lo hicieron tristemente famoso. Quizás a la fuerza ahorcan, aunque habrá que darle el beneficio de la duda y la oportunidad. Pero si Blazquez y Cañizares han de ser los obispos de la evolución, no digo cambio que suena fuerte, estamos apañados. Lo dicho, los líderes se fueron de vacaciones. Los que dicen serlo sin serlo, esperan a alguien o algo mientras miran por las ventanas; eso sí, cerradas.