DESDE que renunció a la presidencia de honor del partido al que condujo al deshonor más absoluto, pues durante su imperio fue cuando la corrupción se desbocó y se metió a lobista, con “b”, no con “v”, o sea, no es un depredador de mujeres, sino de voluntades, Aznar tiene mucho tiempo libre. Como se aburría tanto, cada dos por tres se explayaba con una homilía demonizando a Rajoy, todas ellas con el mismo título: “Duro y a la cabeza”. Sin embargo, desde que se conoció la sentencia de la Gurtel y Pedro “La sonrisa” Sánchez anunció la moción de censura está preso de una mudez absoluta. Sí, es verdad, puede tratarse un problema sanitario, hasta cabe que se haya escaldado la lengua tomando una cup de café con leche con su políglota mujer y le cueste hablar, pero más bien da la impresión de que se trata de un reflejo de su manera de ser. Porque no se puede olvidar que todo o lixo que se está comiendo Rajoy tiene un padre, que en otros tiempos lució bigote. ¿Aznar era bigotudo? Anda que como sea él...