A estas alturas ya no se sabe que sorprende más. Si saber que dentro de tres lustros A Coruña será una ciudad de jubilados en la que más de un tercio de la población habrá superado los 65 años o el hecho de que el número habitantes de la ciudad y su área de influencia se habrán reducido con respecto a la que hay ahora mismo. Y es que por mucho que la Xunta se invente cestas de bienvenida o cheques bebé, la realidad es que Galicia camina irremisiblemente hacia la extinción debido al bajísimo índice de nacimientos que se registra. Y la cuestión es que ni tan siquiera la llegada de emigrantes es capaz de frenar esta sangría poblacional.