No es precisamente esta columna el espacio idóneo para el fin que me propongo. Pido por ello disculpas, en especial a quienes sobradamente saben distinguir entre la libertad de expresión y el insulto y la descalificación gratuita, sin argumentos, a los que, en aras de lo primero, se sujetan precisamente más de los deseados. Un anónimo comentarista de la web de este periódico se quejaba de que apenas se publicaban sus entradas, motivo por el que se dirigió, vía correo eléctronico, a la redacción. La respuesta fue la de que se pusiese en contacto con el responsable de Diario de Ferrol y que, con sumo gusto, le atendería para explicarle los motivos. Aun sabiendo que no lo haría, como se comprobó. Tras el anonimato que permite abrir infinidad de cuentas de correo eléctronico totalmente ficticias –como es el caso– se esconden los que convierten la agresión verbal y la falta de argumentos en fluido visceral. Otros, los menos, cargados de razón, no dudan en darse a conocer. Sirva de aclaración.