Desde la madrugada del día 24, tras la resaca de las hogueras y haber purificado los espíritus con el fuego reparador, me he planteado la forma con la que debería expresar lo sucedido por las tierras de la Gran Bretaña y el descosido que, con su decisión, le han hecho al mapa europeísta y el rasgado a la bandera común elaborada con una tela poco consistente, como están demostrando los acontecimientos.
Tres imágenes aparecen sobre el teclado de mi ordenador: un puro, un paso cebra y un camarón. Entre sí nada tiene en común. En mi imaginación son tres patas de un banco construido en el tiempo, y que ahora es inestable, sobre el que se intentan sentar los ingleses después de su huida hacia adelante en forma de referéndum vinculante y sin marcha atrás. Dos de ellas son positivas y una tremendamente negativa para el futuro del mundo occidental y anglosajón.
Me tengo que remontar al año 1946 cuando Wiston Churchill, después de los horrores de la guerra, comenzó a hablar y a poner las primeras piedras para construir una nueva Europa en la que las contiendas bélicas no tuvieran cabida. Pasaron muchos años, finales de los 70, para que los ingleses fueran aceptados en la entonces Comunidad Económica Europea. Durante todo ese tiempo el humo de los puros del que fuera primer ministro inundó los despachos donde se tomaban las decisiones políticas.
En el año 1969 The Beatles con un disco titulado Abbey Road, en cuya portada figuraban ellos cruzando en hilera un paso cebra cercano al estudio de grabación, nos dejaban en el aire con su música que era fundamental la unidad de las personas y de los pueblos para conseguir metas en común. Desde el Viejo Continente, nos inculcaron conceptos como el de la libertad y un rotundo no a la guerra.
Y la tercera imagen, en verdad la más extraña, es la de un camarón. Lo es de forma metafórica. Tomo prestada la definición acuñada por Carlos Herrera cuando calificó al primer ministro inglés, ahora dimisionario en la lejanía de los meses, como el Camarón de la Isla… Realmente eso fue David Cameron, el hombre que partió Europa, que de forma sorpresiva, por curioso e inconsciente como los camarones, se vio metido en un truel, que es un arte de pesca con el que se consiguen magníficos productos rojos. Al igual que estos preciados mariscos de cuerpo comprimido y con una coraza poco consistente. no supo salir de la red que el solo tupió y de la que es el único responsable, lo que le califica como un político tremendamente irresponsable que pasará a la historia como el hombre que hizo posible que un gran país esté totalmente dividido, que ahora aparezcan peticiones independentistas y que la Gran Bretaña sea un conjunto de islas cada vez más separadas del continente.
Tres imágenes para la historia. Me quedo con las dos primeras. La tercera, el camarón (con una a cambiada por e), me parece muy bueno para acompañar con un albariño. A su salud, señor Cameron.