La percepción del riesgo

En plena Semana Mundial de la Inmunización, el debate sobre las vacunas está más en auge que nunca. Las epidemias de sarampión de Italia y Portugal hacen que nos planteemos que se está haciendo mal para que una enfermedad casi erradicada surja ahora con esta fuerza. Y no son casos aislados. Con anterioridad en Alemania y Estados Unidos se vivieron rebrotes del sarampión. 
En Galicia la tasa de vacunación del sarampión está en el 97,8%, un poco superior a la media española del 96,14%. Esta alta cobertura garantiza un efecto rebaño que impide que la enfermedad pueda desarrollarse incluso en aquellas personas que no han sido inmunizadas. Pero precisamente esta alta tasa está jugando ahora en contra de las propias vacunas. Se podría decir que están en peligro por su éxito.
Entre la población general la percepción del riesgo de algunas enfermedades ha caído en picado. El sarampión, la poliomelitis o la difteria causaban estragos hace no tantos años. 
Solo gracias a la eficacia de las vacunas es que se ha conseguido que no sigan diezmando a la población infantil. Pero una vez que el riesgo es eliminado de la ecuación, la memoria es frágil y muchos son los que se cuestionan la necesidad de tomar un medicamento cuando se está sano. 
¿Por qué arriesgarse a efectos secundarios? Pues porque el riesgo de la enfermedad es mucho mayor, solo que ya no nos acordamos.
No ayuda al debate tampoco la proliferación de mentiras que en torno a la seguridad de las vacunas se han propagado. Es célebre el estudio de Wakefield, que relacionaba el autismo con la triple vírica. A pesar de que la revista en la que se publicó se retractó y se demostró el engaño del mismo, muchos grupos lo siguen usando como un argumento para negarse a la vacunación.
En España hemos tenido casos en los que la no vacunación ya se ha cobrado víctimas mortales. 
Es famoso el caso del niño afectado por difteria en Olot. Una enfermedad que aquí ya la habíamos olvidado pero que en países no tan lejanos sigue siendo una realidad. No debemos olvidar que de igual forma que el mundo es mucho más globalizado que nunca, las enfermedades también viajan mucho más fácil que antes. 
Así que lo mejor que podemos hacer es tomar todas las precauciones que estén en nuestra mano. Y renunciar a las vacunas es renunciar a una de nuestras principales armas en la lucha contra las enfermedades.
 

La percepción del riesgo

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