Y serán los mismos...

cerrada una nueva legislatura fallida y convocados otra vez más a las urnas, los españoles tendrán que elegir entre los cuatro líderes responsables del fracaso. La última e inexplicable sesión de control en el Congreso al Gobierno que no fue, se ha convertido en el enésimo acto de precampaña electoral. Como también lo fue la comparecencia en Moncloa de Pedro Sánchez, en su condición de presidente en funciones, para cargar sobre la oposición la responsabilidad del bloqueo institucional.
Pero, volviendo a la insólita sesión de control, dio la casualidad de que fuera Pablo Casado el único que interpelará a Sánchez. Eso y el tono despectivo y perdonavidas de la portavoz Cayetana Álvarez de Toledo, trasmitió la imagen de un regreso al bipartidismo que los mítines de los dirigentes de PP y PSOE van a potenciar.
Precisamente las encuestas predicen un crecimiento de ambas formaciones a expensas de Ciudadanos, UP y Vox. Y ese vértigo ante la incertidumbre de una nueva cita con las urnas está detrás de la oferta, ya en tiempo de descuento, que hizo Albert Rivera, después de haberse negado reiteradamente a acudir a Moncloa para no relacionarse con “la banda de Sánchez”. Eso sí antes se reunió con Casado para que no se ponga en duda su ubicación en la derecha.
Iglesias, por su parte, cree haber salido reforzado al mantener el pulso y lograr que no se rompiera la coalición que dirige con mano de hierro. El victimismo puede ser una tentación en la campaña para que no se le responsabilice de haber dejado pasar la oportunidad de sentar a los suyos en el Consejo de Ministros. Y para que sus votantes olviden, también, la última y descabellada oferta de una “coalición de prueba”, como si este país estuviera necesitado de hacer experimentos con el dinero público.
Rivera aún sueña con adelantar al PP repescando votos de Vox, pero Cayetana Álvarez de Toledo no les va a dejar espacio porque esta campaña va a servir para consolidar su poder dentro del PP e imponer la línea dura de la derecha sin complejos. Pablo Casado debería cuidar sus espaldas.
Pese a que en el PP han respirado con la repetición electoral, Casado debería, no obstante, apagar los incendios internos de su organización, el malestar de muchos de sus dirigentes regionales, y mandar callar a los pirómanos/as.
Y por último, el cuarto responsable, Pedro Sánchez, encantado de haberse conocido, exigiendo lo que el se negó a hacer con Rajoy, olvidándose de su “No es no” y reclamando sentido de Estado a los demás.
Pero hay un fantasma, del que ahora parecen percatarse, que asoma su guadaña en el horizonte electoral: la abstención. El castigo de los votantes ante la incapacidad de los lideres de gestionar su soberana decisión. Los españoles no se equivocaron. ¿Para qué van a votar a los mismos?

Y serán los mismos...

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