Aestas alturas de la película, archiconocido es el impacto que en los más diversos ambientes ha causado la victoria de Donald Trump en las presidenciales norteamericanas. Pero, después de la desmedida campaña electoral, no menos sorprendió el discurso de su primera aparición pública. Fue de lo más disciplinado que hasta el momento se le había oído. De hecho, al decir de algún especialista en persuasión y oratoria, su intervención se adecuó a la estructura y contenido que suelen tener las alocuciones más aceptadas.
Abundaron, como resulta habitual en él, las frases cortas y los énfasis a base de repeticiones, muletillas y aparentes superlativos. Pronunció hasta veinticuatro veces “muy”; más de veinte, “gran”; siete “increíble”; cinco “fantástico”; cuatro, “tremendo” y “sensacional”. Y así sucesivamente.
Aquí por estos nuestros pagos no suelen prodigarse tales análisis. Pero si nos pusiéramos a ello, lo más reiterado de un tiempo a esta parte sería eso de la mano tendida, del consenso, del diálogo, del pacto, del acuerdo y demás letanía.
Y está bien cuando no queda más remedio; cuando hay que hacer de la necesidad virtud, se gobierna en precario y no se tiene asegurada la mínima gobernabilidad, como le sucede a Rajoy. Pero ya no tiene tanto sentido cuando se dispone de mayoría absoluta, cual es el caso de Feijoo. Diálogo y voluntad de acuerdo con la oposición suele haber siempre. En mayor o menor grado y en un momento u otro del proceso parlamentario. Pero enfatizarlo en exceso cuando no resulta inexcusable, contribuye a minimizar el valor de las mayorías absolutas; de lo que en verdad garantiza la voluntad de las urnas y dota de eficacia al sistema, sin pérdidas de tiempo en tiras y aflojas improductivos. Parece como si se estuviera pidiendo perdón por ellas. Y alentando tópicos sobre sus supuestos efectos perversos. El discurso buenista innecesario puede resultar, por otra parte, contraproducente. Lo digo porque a la vista de experiencias vividas y a tenor de lo escuchado estos días, cuando de relaciones con el PP se trata la oposición traduce sistemáticamente consenso por cesión. Y hay veces que ni se puede ni se debe echarse a un lado. Aunque pudiera empezar a funcionar el tópico del rodillo.
Rajoy convoca una y otra vez a la corresponsabilidad. Pero predica en el desierto. En un tono impropio de un socio, Ciudadanos sigue hablando de “exigencias”. Y el PSOE, como siempre: infiel compañero de viaje que incumple hasta lo que él mismo consensúa. Vetó al ministro Zoido para Justicia, se ha cargado a Fernández Díaz como presidente de Comisión en el Congreso y hará todo lo posible por dificultar la propuesta de José Manuel Maza como fiscal general. Ya se sabe: o impone sus criterios o rompe la baraja.