Dos ciudades desafortunadas

VIVIR en A Coruña o en Santiago desde que están gobernadas por los alcaldes siameses no es un placer, pero casi es mejor estar bajo el bastón de mando de Martiño “2.0” Noriega que bajo el de Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira. El jefe de la Marea del Sar al menos inicia obras; después no las acaba, como ocurre, por ejemplo, en las calles Escarabuña y As Pedreiras, que están a medio reformar desde hace semanas, pero la Marea Atlántica, la nasía pa’ganá, ya no es que no las inicie, es que ni las proyecta. Y cuando por error se le ocurre planear una reforma, los vecinos las rechazan porque su consecuencias serían nefastas. Y no es una exageración, acaba de ocurrir en Monte Alto. Otro tanto sucede con los presupuestos participativos. El alcalde compostelano ha pisado el freno porque los vecinos criticaron las normas de juego, que nadie les explicó cuáles eran; su hermano coruñés, en cambio, sigue pisando el acelerador; le va la chafallada y no está dispuesto a parar. El exilio puede ser una solución; el problema es a dónde irse, porque Ferrol tampoco es buen destino. ¡Ay, los alcaldes trivagos...!  

 

Dos ciudades desafortunadas

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