En la guerra, la primera víctima es la razón

Dstamos en guerra. Contra un virus, sí, pero también, parece a veces, contra la cordura. Por eso se multiplican los mensajes necios, huecos, falsos, como falsa es a veces la intención con la que algunas frases se lanzan. Esta semana, he elegido tres declaraciones que destacan por su... demasía, vamos a llamarlo así. Corresponden a doña Adriana Lastra, a doña Ione Belarra y al mismísimo presidente del Gobierno del país, Pedro Sánchez. Permítaseme empezar por este último.

En combate parlamentario, el señor Sánchez lanzó contra su oponente político principal (no, no es Pablo Iglesias... todavía), Pablo Casado, la que sin duda es la mayor descalificación posible: “trumpista”. Dice el presidente que Casado es como el nefasto Trump, que no acepta la derrota. Exceso verbal, recomendado sin duda por el estratega monclovita. Cierto es que desde el PP se susurran maldades contra el Gobierno que tampoco son excesivamente exactas: la de ser aliado de ETA, por ejemplo. Nada menos. Ilustre sandez también, porque ETA está muerta y bien muerta; la hemos vencido.

Poco importa la exactitud de las críticas y descalificaciones: la señora Celáa, que por otro lado puede aspirar a candidata como la peor ministra de Educación de la democracia, ha recibido la descarga de fusilería de ser casi quien ha decretado la exclusión del idioma español en aquellas escuelas de Comunidades donde existe otra lengua oficial. No es así exactamente, claro, pero aquí lo importante es cómo te perciban –y a Celáa hasta los ‘cartoonist’ la escenifican como una especie de Cruella de Vil devenida en ministra–, no lo que eres en realidad.

Lo de doña Adriana Lastra ya se sabe que tiene mal arreglo: lanzó dardos, ella cree que veladamente irónicos, contra ‘sus mayores’, o sea contra Alfonso Guerra, porque el ex ‘número dos’ del PSOE y, por tanto, antecesor remoto de Lastra, se atrevió a criticar la aproximación, sea real o ficticia, del Gobierno a Bildu. Un tema que, claro, ha erizado la superficie del liviano debate político nacional.

Llegamos, por fin, a doña Ione Belarra, podemita elevada a la categoría de secretaria de Estado para la agenda 2030, signifique eso lo que signifique. Lanzó su artillería pesada contra la ministra de Defensa, Margarita Robles. Quien se atrevió a criticar, también sin citar nombres, faltaría más, al vicepresidente Pablo Iglesias por haber introducido subrepticiamente, con el apoyo de ERC y de Bildu, una enmienda a los Presupuestos (co-elaborados por el propio Iglesias) para ampliar el freno a los desahucios. “Ministra favorita de los poderes que quieren que gobierne el PP con Vox”. Así calificó la señora Belarra a la señora Robles, que se ha convertido, por delante de Nadia Calviño, de José Luis Escrivá, de Carmen Calvo, en el principal ariete contra la fortaleza que Unidas Podemos, con los independentistas catalanes y vascos, se está construyendo como ‘sub-gobierno’ dentro del propio Gobierno. Dice más cosas la señora Belarra en sus tuits, pero, la verdad, no me merece la pena destacarlos aquí y ahora.

A mí, situar implícita o explícitamente a Margarita Robles como aliada ‘de facto’ con Vox me parece tan fuerte como colocar a Pablo Casado al lado de Trump. Y, por lo demás, sin haber sido jamás un fanático de Alfonso Guerra, me quedo mil veces con él como lugarteniente del socialismo antes que con la muy, ejem, lineal portavoz parlamentaria del grupo socialista. Pero en eso estamos en el país de las desdichas: simplificando el mensaje, a ver si nos aturden del todo a los habitantes de esta nación anestesiada. 

En la guerra, la primera víctima es la razón

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