El anecdotario español cuenta que don Eugenio D’Ors acudió un día al café que solía frecuentar con unos amigos y pidió una botella de champán para celebrar algún acontecimiento. El camarero, seguramente joven e inexperto o despistado en ese momento, abrió la botella con poca pericia y derramó parte del espumoso sobre la chaqueta del filósofo y escritor que, al verse mojado de aquella guisa, le recriminó diciendo “joven, los experimentos, con gaseosa”.
Probablemente queden pocos españoles que no hayan empleado esta frase “poliaplicable” alguna vez en su vida y seguro que el domingo pasado la habrán invocado decenas de miles de gallegos cuando acudieron a votar.
Es una obviedad decir que Galicia se decantó –en 305 concellos de los 314– por las propuestas del partido y de su presidente, que lleva gobernando dos legislaturas, que ofreció una continuidad sin sobresaltos, avalada por su experiencia al frente del ejecutivo.
También es obvio que el pueblo gallego no compró “el gobierno de cambio y progreso” para acabar con “o peor goberno que tivo este país”. La izquierda alternativa y el nacionalismo deberían preguntarse por qué la gente prefirió las “desastrosas, nefastas, terribles y abrasivas” políticas del gobierno Feijoo, “lo malo conocido”, antes que las promesas y soluciones prodigiosas que ofrecían los partidos de la izquierda que representaban “lo bueno por conocer”.
Seguramente la clave está en la frase de don Eugenio D’Ors. La continuidad sensata, la gestión homologable y la estabilidad social cautivaron más que las promesas milagrosas y vencieron a los mensajes apocalípticos de los partidos alternativos que en algunos casos tenían la teoría correcta, pero no entendieron la Galicia real. “Los experimentos con gaseosa, joven”.
Dicho esto, el pueblo soberano asigno responsabilidades. Los ganadores, que sepan que cosecharon estos resultados por sus méritos y también por la endeblez de los rivales y ahora les toca gobernar, que implica ocuparse de los muchos problemas que tiene el país. Si saben administrar la victoria gobernarán sin la arrogancia de la mayoría absoluta, recogiendo de la oposición las ideas que aporten mejoras para Galicia, que serán muchas.
A los perdedores toca ejercer una oposición exigente y constructiva que es el mejor aval para que “la gente” vea en ellos una alternativa fiable. Ambos, gobierno y oposición, deben saber que son necesarios para que el país siga avanzando.