FERIA DE LAS VANIDADES

El sistema, ese irracional ente carnicero, continúa mostrándonos, aquí, en esta piel de toro, su circo ambulante; su peculiar feria de las vanidades. Todo es relativo, menos la incesante adoración del becerro de oro como un dios omnipresente en las instituciones del Estado.
El Rey se va pero, se queda. Marcha sin marcharse. Renuncia a partir hacia el exilio como en otro tiempo lo hizo, obligado por las circunstancias, Alfonso XIII. En aquel tiempo entró la II República cual rechazo de una monarquía obsoleta. Luego vino lo que vino; la locura a cubrir esta piel de toro de sangre inocente.
Se va el Rey y entra su hijo como una alargada sombra de los cuarenta años de dictadura. Cambia la imagen y la edad sin variar los comportamientos políticos existentes en la trastienda. Y el Valle de los Caídos actuará como notario mayor del reino. ¡Que llegue, sin demora, la III República! La salvación del pueblo.

 

FERIA DE LAS VANIDADES

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