Tertulia en Barcelos

Cuando el Partido Socialista llegó a un acuerdo con el Bloco de Esquerdas y el Partido Comunista, el amigo portugués con el que comparto tertulia en Barcelos me dio la noticia con alegría. “Ya tenemos gobierno! y estoy seguro que se puede cumplir el equilibrio presupuestario de la Unión Europea sin tantas políticas de austeridad. El gobierno anterior fue mucho más “troikano” que la Troika...”. Cuatro meses después está satisfecho con la estabilidad política, aunque sabe que los desequilibrios de la economía y las desigualdades tardarán tiempo en corregirse.
Ahora mira a España y afirma que “la situación política de tu país vista desde aquí está hecha un follón”. No entiende el bloqueo político, pero se muestra más desconcertado aún con algunos hechos “diferenciales” españoles que atribuye a los nacionalismos y a la nueva política. Y pone varios ejemplos. En Portugal, dice, nadie cuestiona la unidad nacional, la bandera y el himno, ni al Presidente de la República como símbolo que representa a todos los portugueses. Aquí es inconcebible que se abuchee al himno en un estadio, se queme la bandera o se menosprecie al Jefe del Estado…, ningún partido se avergüenza de los símbolos. Tampoco desempolvamos la “memoria histórica” que reabre heridas”. 
En el proceso negociador, PSP, PC y Bloco de Esquerdas aparcaron sus diferencias sobre Europa y la deuda, diferencias que tienen también sobre la pertenencia a la OTAN, pero ninguno cuestiona al ejército en la defensa nacional. Aquí son impensables desplantes al ejército como los de la alcaldesa Colau en el Salón de la Enseñanza de Barcelona”.  
A la caída de la tarde redoblan los tambores procesionales del Jueves Santo. “Este es un país laico pero la gente es respetuosa y nadie arremete contra la Iglesia Católica y sus tradiciones o cuestiona la Semana Santa y la Navidad. Ni los ateos y agnósticos que disfrutan con la familia de otra manera”. Por eso, añade, episodios como el del “asalto” a una capilla en Madrid son desconocidos en Portugal. 
Sobre las autonomías españolas admite que están cercanas a la población, pero rechaza la falta de unidad de mercado y no entiende que haya tantas leyes de educación y 17 sistemas educativos. Su conclusión es que “la imagen de España que llega ahora a Portugal es la de un país “nervioso, inmaduro y algo caótico” que se desliza por la senda de una peligrosa descomposición…”. Ni quito ni pongo. Así es como nos ve un portugués informado.  

Tertulia en Barcelos

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