UN SOBRE EN CADA BOLSILLO

Conocí en una ocasión a un empresario ferrolano que, en plena campaña electoral a las municipales llevaba un sobre con dinero en cada bolsillo. Bastaba encontrarse con el político de turno, según la formación a la que representase, para saber a qué bolsillo recurrir. Pongamos que llevaba un par de sobres con un millón de pesetas cada uno –y es que hablo de antes del euro–, un tercero con medio millón y un cuarto con 250.00; en un quinto llevaba 100.000.
Teniendo en cuenta que el abanico político local era, si no limitado sí al menos concluyente en lo que podía salir o no, sobre todo sabiendo que hasta las últimas elecciones nunca se había producido una mayoría absoluta en la ciudad, estaba claro a quién o a qué correspondían los de mayor cuantía.
A partes iguales, por supuesto, porque todo indicaba que quien gobernase sería al menos uno de ellos, es decir, de derechas o de izquierdas. El medio millón podía recaer tanto en un partido de un signo como de otro, diferente a los principales, pero en cualquier caso posible apoyo para garantizar la Alcaldía.
El cuarto correspondía a una formación de ámbito menor, pero que también oscilaba entre ambas opciones. Le pregunté para qué era el cuarto. “Para la porra, que ahora nos reunimos unos cuantos para hacer el fondo; la mitad la repartimos entre los que la ganen y el resto para una cena entre todos”, me dijo con la más absoluta naturalidad. La porra incluía, por supuesto, todas las alternativas y combinaciones posibles, que tanto podían contener a una sola formación, dos o incluso tres, que casos se han dado sobradamente en esta ciudad en estas décadas.
Conocí también a un alcalde de Ferrol que ponía en práctica idéntico método, si acaso aprendido tal vez del mismo empresario. Primero negociaba un acuerdo, pongamos que con un proveedor por determinados servicios.
Digamos que 150.000; otra vez las pesetas. Cuando tocaba abonarlas, se citaba con él, por supuesto nunca en el despacho ni en el Ayuntamiento –si acaso en los alrededores– y le espetaba que lo pactado no podía pagarlo, que tendría que ser la mitad. El “afectado”, puede que un tanto sorprendido, o no, le decía primero que era imposible. El otro, que no tenía tanto; así durante un rato. Finalmente, se acababa aceptando una rebaja. “Ni para ti ni para mí; lo dejamos en 100.000”, acababa diciendo el proveedor, que más apreciaba ver algo que seguir con el temor a continuar esperando. Décimas de segundo tardaba el alcalde en sacar de un bolsillo el sobre con la cifra acordada. Evidentemente, no podía conocer el final del acuerdo, así que, a semejanza del empresario, estaba claro que en la americana llevaba al menos cuatro: el de 75.000, el de 100.000, un tercero de 125.000 y, con toda probabilidad, el de la cantidad inicialmente pactada. “¿Y el recibo?”, preguntaba el proveedor. “Esto va a gastos de libre disposición”, decía el alcalde.

UN SOBRE EN CADA BOLSILLO

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