Hay personas que por circunstancias ajenas a ellas no tienen ninguna nacionalidad, están en un limbo legal. A esa gente le llaman apátridas. Y, según la ONU, existen millones en el mundo con este triste estatus.
Pero hay otra gente que no vive en tierra de nadie, ni en tiendas de campaña donadas por organismos internacionales, que también son apátridas. Aunque de otra manera.
A este grupo pertenecen todos aquellos que se enriquecen ilícitamente y que, además, lo hacen descaradamente en nombre de la patria. Una patria que, según ellos, dicen amar mucho.
Son esa clase de “patriotas” que se llevan el dinero a los paraísos fiscales; los que abren cuentas secretas en Suiza; los que venden parcelas de la patria que tanto aman a las multinacionales; los que entregan una parte de la economía nacional a los fondos buitre; los que engañan y cometen fraudes cuando ostentan cargos públicos; los que obligan a las empresas a entregarles porcentajes por realizar obra pública, etcétera, etcétera. Son muchos.
Toda esta tropa, que representa el súmmum de la indecencia, se envuelve en la bandera de la patria. Para estas personas el territorio nacional tiene una lectura diferente, que no está lejos del significado que pueda tener una finca particular para su dueño.
Para infortunio de la gente de a pie, la parroquia compuesta por estos falsos devotos aumenta día a día. Si pudiéramos inventariarlos a todos nos sorprendería el número; hasta nos asustaríamos. Pululan por todas partes, claro, en unos lugares más que otros.
Uno de los sitios más paradigmáticos en el cual esta tropa campea por sus respetos es en Ucrania. La panda que gobierna ese país, compuesta mayormente por oligarcas, militares y funcionarios de alto rango, además de mercenarios extranjeros nacionalizados, ha decidido cargárselo. Todo ello, sin contar con las pérdidas territoriales habidas, motivadas por una muy rentable esquizofrenia anti-rusa.
No hace mucho que Putin contestó con una frase lapidaria a la pregunta de un periodista, diciendo que los que gobiernan en Ucrania solo les queda por vender la rusofobia y el distanciamiento de Rusia. Y, ciertamente, los que seguimos la política europea y mundial podemos decir, sin riesgo a equivocarnos, que es realmente así.
Ucrania no es solo un país que está en bancarrota económica, sino que está en bancarrota moral; los que la gobiernan han propiciado esa situación.
Allí no hay orden, cada grupo impone su poder, por tanto, su ley. El ejército es una caricatura, casi un chiste, está infiltrado por extranjeros, muchos ellos son puros mercenarios.
El escenario militar es tan patético, que el 93% de los miembros del grupo de Operaciones Antiterroristas de Ucrania (ATO), que está destacado en las regiones rebeldes del Este, sufre trastornos psiquiátricos, según lo confirmó el psiquiatra militar, el coronel Oleg Druz.
Lo curioso del caso, es que por decir eso fue despedido inmediatamente del ejército.
Con unos gobernantes que se declaran enemigos de su vecino, que más que vecino es su hermano mayor, no hay que olvidar que el 50% del pueblo ucraniano es étnicamente ruso, mal futuro le espera al país.
Sus élites políticas y económicas tendrían que habérselo pensado dos veces antes de tomar ciertas decisiones. Si actuaran con cierta lógica habrían tomado en cuenta una serie de consideraciones políticas, económicas, culturales y geopolíticas. Pero como no fue el caso, el país se está yendo al garete.
Es obvio que cuando vengan mal dadas, ellos, los que lo han llevado al abismo, pondrán –como casi siempre ocurre en estos casos– los pies en polvorosa.
En todo caso, el dinero que han robado a cuenta de la patria estará a buen recaudo en algún país de la UE, donde tienen gobiernos amigos, que, además, no harán nada por investigar sus patrimonios; es parte de la gran hipocresía europea. De su circo político.
Es interesante observar que esta clase de patriotas apátridas actúan de la misma manera en todas partes, su modus operandi no es otro que envolverse en una bandera para consumar sus saqueos. Al único símbolo que adoran es a Don dinero.