El pasado domingo se celebró el Día Mundial de la lucha contra el cáncer. Aprovechando la fecha, la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) explicaba que un 40% de los casos de cáncer son evitables con hábitos de vida saludables: no fumar, no beber alcohol, evitar el sobrepeso, realizar ejercicio físico…
Cosas que todos sabemos de sobra que le vienen bien a nuestro cuerpo, no ya solo para evitar el cáncer sino también muchas otras complicaciones como puede ser la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, etc.
Sin embargo, este mensaje choca de lleno con otra percepción a pie de calle. No faltará quien explique que conoce a un amigo, que tiene un pariente o que le han contado el caso de alguien que hacía todo eso, pero que al final esa persona también tuvo un cáncer.
Por desgracia, aún falta camino por recorrer para entender exactamente cuáles son todos los mecanismos que despiertan la enfermedad. No existen recomendaciones que nos aseguren con una certeza absoluta que siguiéndolas nos libraremos del cáncer hoy en día.
¿Quiere decir eso entonces que no sirve de nada lo que hagamos? Nada más lejos de la realidad.
Es cierto que seguir unos hábitos saludables no significa necesariamente que nos vayamos a librar del cáncer, eso lo debemos tener muy claro.
Pero de la misma forma hemos de ser conscientes que no seguirlos significa incrementar significativamente nuestras posibilidades de padecer uno. Una cosa no quita la otra, desde luego.
Hace poco dos investigadores del Johns Hopkins Kimmel Cancer Center publicaban en la revista Science un estudio que el que afirmaban que dos de cada tres enfermos de cáncer lo son por mala suerte.
Ahora bien, no es lo mismo tener un boleto para el sorteo de la primitiva que tener cincuenta.
Los hábitos saludables de los que hablaba el domingo la SEOM son los que nos ayudan a contar con el menor número de participaciones posibles. Quizás en un futuro seamos capaces de desentrañar todo lo que se esconde detrás del cáncer, pero por ahora nuestros esfuerzos se han de centrar en minimizar nuestras posibilidades de padecerlo.
Pero lo más importante es que no nos obsesionemos. En este sentido cabe recordar la plegaria de la Serenidad de Reinhold Niebuhr: “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”.