La inutilidad de la contundencia

Si en alguna actividad humana es necesaria la flexibilidad es en la política y, aunque parezca una paradoja, para ser flexible hay que tener principios, ideas claras y límites bien dibujados. Sin nada de esto no existe flexibilidad, sino actitud bobalicona ante la realidad y los acontecimientos. Uno de los problemas que aqueja a nuestra clase política es la contundencia de sus palabras y de sus posiciones. De contundentes que son, en ocasiones, resultan hasta increíbles y en la mayor parte de los casos conllevan un trabajo ingente, una enormidad de contradicciones que al final, como una sombra que nunca abandona, suelen estallar en la cara.
En política es necesario marcar posiciones, satisfacer a los electores, cuidar el territorio propio, pero, a su vez, la política es un arte, un encaje de bolillos y más como cuando ocurre lo que está ocurriendo en España, que no es otra cosa que una extraordinaria pluralidad en el Congreso que obliga al pacto, al encuentro del otro. Si la pluralidad supone desgobierno, egos desmedidos e incompatibilidades apriorísticas, resulta que lo que es en si mismo bueno –la pluralidad– puede convertirse a ojos de los ciudadanos en un problema.
Rivera, después de transitar por la contundencia, ha debido caer en la cuenta de que, aunque le caigan chuzos de punta por esa contundencia, mejor presentarse como un partido útil y dispuesto a ocupar espacio que quedarse en el rincón de pensar con 32 escaños. El paso que ha dado Ciudadanos no es para el partido de Rivera fácil ni cómodo. Tienen que desdecirse de muchas cosas, pero ahí están, asumiendo un riesgo y dando pasos sin la certeza de que lo hecho vaya a tener una rentabilidad electoral. Dada la situación compleja de nuestro país, alguien tenía que dar un paso. Alguien tenía que arriesgarse y ese alguien ha sido Ciudadanos.
La actitud de Rajoy, al margen de su exasperante, que no inocente, manejo de los tiempos, ha sido de máxima disposición al acuerdo y Rivera le ha cogido la palabra de manera que el panorama que se ha abierto es distinto al de hace una semana. Cabe pensar que, finalmente y aunque no sea fácil como ha vaticinado el candidato popular, Rivera y Rajoy lleguen a un acuerdo y sean capaces de sumar sus votos para la investidura. Juntos suman 169 escaños y Ana Oramas, diputada de Coalición Canaria, está a la expectativa de lo que se acuerde, siendo probable que se sume si en el acuerdo tiene cabida alguna reivindicación de su grupo. Aun así, faltarían seis escaños para la mayoría absoluta.
Tienen razón los que reiteran que el foco hay que ponerlo en Rajoy. Es el máximo responsable de la gestión de los posibles acuerdos, pero frente a la contundencia numantina de algunos adversarios no tiene margen. Proponga lo que proponga los “contundentes” no se van a mover de donde están y el PSOE entre ellos, al menos en la primera sesión de investidura. Ignoro cuáles son los cálculos de Sánchez, qué réditos espera obtener de su contundencia y lo que más me intriga es ver y escuchar cómo va a salir de la misma porque de lo contrario, y no es presión, las matemáticas no dan.
Se quejan los socialistas de presiones, de que el foco no debe estar en ellos,que están muy unidos en el contundente no. Pues, bueno, si esto es así, si no quieren presiones, se les molesta el foco y están encantados con su propia contundencia habrá que dejarles que se queden en su rincón de pensar exactamente igual que Podemos, ERC, o cualquier otro partido minoritario. ¿Alguien mira a ERC? Pues eso. 

La inutilidad de la contundencia

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