NO deja de resultar triste que todavía no haya tomado posesión de su escaño y asumido su papel de portavoz de los socialistas en la Cámara gallega y que ya haya quien le esté cavando su tumba. Y es que Xaquín Fernández Leiceaga se ha dado cuenta de que los escasos apoyos que tenía se van diluyendo como un azucarillo en agua caliente a medida que los sanchistas van perdiendo presencia y poder. Además, se buscó un enemigo demasiado duro de roer hasta para un hombre como él, curtido en mil batallas. Aseguran los que saben de esto que en algunos periódicos ya están preparando la necrológica.