EN la entrega diaria del sainete catalán hoy se escenifica una vez más una paradoja. Por una parte, los letrados aseguran que el reloj no ha comenzado a correr y que, por lo tanto, los separatistas tienen todo el tiempo del mundo para determinar cómo colocan a Puigdemont en el palacio presidencial. Del otro, Juns per Catalunya quiere hacer política, bueno, en realidad pretende de nuevo pervertir la legalidad, para por medio de una ley expres conseguir que se acepte una investidura telemática de su fugado líder. Al menos, en el medio de esta sinrazón, los de ERC le han dado calabazas a JxCat y no han incluído su firma en la iniciativa. Y por si todo esto no fuera suficiente, también se ha sabido que Puigdemont gastó 1,6 millones de euros al año en comidas, viajes y vestuario. No es de extrañar que en Bélgica mantenga sus exquisitos gustos.