Humana condición es creerse rey del mambo, elocuente orador o ser llamado por la fortuna a regir los destinos patrios. De otra forma no se explica el contento de Pedro Sánchez asegurando que sus contactos marchan bien para formar gobierno y superar el lance de investidura. Algo no funciona. Con verdad distorsionada –los peores resultados electorales del PSOE, relegado al cuarto puesto en Madrid– que transforman a este secretario general en el soñador desvelado para un país tan complicado como el nuestro. Así necesita recordar las previsiones de la lechera de Samaniego, “no anheles impaciente el futuro: mira que ni el presente está seguro”. O echar un vistazo a las alianzas que permitirán conseguir el sillón presidencial, cuando sabiamente nuestro fabulista narra el congreso de ratones que aceptó poner un casacabel al gato pero no encontraron el héroe capaz de hacerlo.
Porque ahora mucho bla, bla. El muchachote es guapo, saca pecho y poco menos se identifica como salvador de la patria. Alejandro, César, Napoleón, Stalin, Hitler, Mussolini parecen peones ante el jaque mate de alfil que emulará a los últimos fuhrer, duce, caudillo o los mismísimos Churchill, Eisenhower y De Gaulle... Un vistazo alrededor le advertirá cuan difícil es gobernar a gusto de todos y especialmente de siete millones y medio de votantes a los que negó el pan y el agua. Separatistas, partidos emergentes que amenazan superarlo, populismos, mareas inquietas, ciudadanos entre el va o el se queda...
Las últimas encuestas cuestionan el puño y la rosa. Todavía más, en el caso de un hipotético gobierno del sonámbulo Sánchez, ¿qué mimbres utilizará para confeccionar el cesto? ¿Cuánto durará el Ejecutivo? ¿Tendrá la estabilidad necesaria para resolver los gravísimos problemas que aguardan a España? ¿Economía, finanzas, paro, educación, reforma del poder legislativo, estado del bienestar, no son muchas interrogantes?