Por cuatro votos. Así de ajustada estuvo la cosa en las elecciones municipales en A Coruña. Solo esas cuatro papeletas dan la mayoría a Marea Atlántica ante el Partido Popular. Los vecinos que decidieron el destino de la ciudad para los próximos cuatro años caben en un taxi y aún sobra sitio. Costó llegar a ese 100% de escrutinio y, al ver los resultados se entiende la tardanza, que casi obliga a revisar la foto finish para conocer el ganador. El de los datos puros y fríos, porque el vencedor moral estaba bastante claro desde la noche del domingo. Xulio Ferreiro, salvo hecatombe, será el nuevo alcalde de A Coruña, tras un fin de semana en el que primero ganó el Dépor y después ganó la Marea.
Pocos esperaban estos resultados. Incluso, los mismos mareantes daban como bueno llegar a los ocho concejales; conseguir diez ya fue algo apoteósico. Seguramente Carlos Negreira no haya sido tan mal alcalde como para no haber repetido, algo que no suele pasar por estos lares, pero las siglas pesan y, en este caso, para mal. Mar Barcón, que trabajó mucho durante los últimos meses, no tuvo la hecatombe prevista, pero asume la responsabilidad de los errores y probablemente anuncie su marcha en los próximos días. Xosé Manuel Carril se queda solo ante el peligro, aunque como demostró en la campaña, tiene casco y, ahora, nuevos amigos en María Pita.
Xulio Ferreiro ganó en mesas tan poco afines como María Pita o Federico Tapia, lo que se viene llamando tradicionalmente “zona nacional”, un hecho que demuestra que la apuesta de la ciudad por el nuevo alcalde no procede solo de un lado y que la insatisfacción con la gestión del Partido Popular es más profunda de lo que muchos pensaban. Los azules, al rincón de pensar, a una jornada de reflexión que durará, por lo menos, cuatro años; los otros azules, a pisar –suelo firme primero y moqueta después– y, pactos mediante, a gobernar. Las urnas, que para algunos fueron casi funerarias, han mandado un mensaje bastante claro para los que quieran entender y que podría resumirse en tres palabras: hay que espabilar.
El futuro alcalde ha prometido que gobernará “con sentidiño” y habrá que desearle mucha suerte. Primero, porque probablemente la vaya a necesitar y, segundo, porque la suya será la de todos los coruñeses.