Si Nadia Calviño, firme candidata a presidir el Eurogrupo, se va a Bruselas sería una buena noticia para ella -culminaría su carrera como funcionaria de alto rango que llegó a ser directora de Presupuestos de la Comisión Europea antes de ser nombrada ministra de asuntos Económicos y vicepresidenta del Gobierno-. También sería una excelente novedad para España porque tendríamos una valedora de nuestros intereses en el momento crucial en el que se va discutir el reparto y las condiciones del llamado Fondo de Recuperación consignado para hacer frente a la recesión y a la crisis social que nos deja como herencia la pandemia.
Aunque hay otros dos candidatos que aspiran al cargo y están apoyados por varios países del Norte, Holanda entre ellos, la señora Calviño tiene muchas probabilidades de ganar la carrera porque entre otros apoyos -según comenta la prensa germana- cuenta con el respaldo de Olaf Scholf ministro alemán de Finanzas. Hay un miembro del Gobierno español al que la marcha de la señora Calviño le alegraría el día.
Hablo de Pablo Iglesias, vicepresidente segundo y antagonista en la sombra de la ministra. Iglesias ha visto como algunas de las iniciativas de sesgo populista de Podemos han sido frenadas por la todavía ministra de Economía. Fue el caso, a mediados de mayo, del pacto firmado por Podemos y el PSOE con Bildu para liquidar la Reforma Laboral. Calviño puso pié en pared y con el apoyo de Pedro Sánchez ganó aquél pulso, pero todo hace pensar que Iglesias tomó nota y se la guarda para más adelante. Por formación y convicción Calviño es una defensora de la ortodoxia presupuestaria: no se puede gastar más de lo que se ingresa. Iglesias viene de la tribuna callejera en la que todo se pude prometer porque el dinero no es de nadie. Por su talante y seriedad Nadia Calviño ha conseguido el respeto de los interlocutores sociales y de amplios sectores de la opinión pública -junto a la titular de Defensa (Margarita Robles) y el de Agricultura (Luis Planas), es una de las ministras más valoradas del Gabinete. Así las cosas, su posible marcha a Bruselas plantea el dilema clásico: vestir a un santo a costa de desnudar a otro. Y hacerlo en el peor momento: cuando acaba el estado de Alarma que nos deja frente a una crisis económica y social de dimensiones que sobrecogen en número de parados, déficit y deuda. Con Calviño al frente de Economía, cuando menos, tendríamos algunas certezas.