UN MUNDO MARAVILLOS

Cae Martinsa Fadesa. El mayor representante de la burbuja inmobiliaria desaparece. Este gigante  que disfrutó de una excelente relación carnal con las administraciones, desde el año 2008 no ha levantado cabeza. Estaba abocada al fracaso. Después de siete años desde el inicio de la crisis pasará a mejor vida.
Martinsa Fadesa finalmente desaparece.  Será liquidada, dejando un agujero de más de 6.000 millones de euros. Es la mayor quiebra española y la mayor quiebra inmobiliaria de Europa.
Cae un símbolo del ladrillazo español que deja al Banco Malo, es decir a todos los españoles, unos 1.500 millones de agujero. Ahora nos quedan esas macro urbanizaciones. Los  fantasmas que recuerdan las vergüenzas de muchos ayuntamientos que les recibían con alfombra roja, mirando de perfil  el cumplimiento de la disciplina urbanística.  
Para ejemplo práctico, está la urbanización de O Pino o Costa  Anacara, ahora Costa Miño. Ambos, en sendos Concellos coruñeses, bajo el bastón de mando del PP desde hace décadas, abocaron las arcas municipales a una bancarrota por el mismo camino: encargarse, con condiciones preferentes para la todopoderosa inmobiliaria, pero nefastas para sus vecinos afectados, de expropiar los terrenos necesarios para albergar negocios privados a gran escala. La de Costa Miño equivale a más de cien campos de fútbol, pensada para unas mil quinientas viviendas, hotel y campo de golf, y situada en un enclave idílico. Se iba  a comunicar con la autopista. Un pueblo dentro de otro. Todo era riqueza. Tanto que fue declarado  objetivo de interés general la creación de un campo de golf que se completaría con el complejo inmobiliario. Era tanta la prisa que ni siquiera estaba ordenado el territorio a urbanizar. Ni plan general ni plan parcial.
Esto era lo de menos. La macro urbanización se vendía como un entorno idílico para formar una familia, con zonas ajardinadas, un campo de golf de 18 hoyos y pistas deportivas. Todo a escasos metros de las espectaculares playas con bandera azul de Miño y Perbes.  De esta manera se firma un convenio con la promotora sin que esta fuese dueña de nada.
Todo estaba arreglado. Todo era perfecto. En definitiva, sin un básico respaldo legal se adjudica a un particular  un complejo urbanístico que le generaría importantes beneficios y bajo la tutela de la administración que a su vez obtendría según se explicaba a los vecinos muchas ventajas.
Se situó, incluso,  como símbolo,  a la entrada del pueblo la figura de un golfista de madera, que ahora queda como esa caricatura ridícula del mal hacer. Claro que en aquellos años 2002 y 2003, y hasta incluso 2007 había un mundo  maravilloso. Era el tiempo   de la opulencia, de las obras faraónicas, de los atrevidos. Todos defendieron el proyecto y el proyecto se ha comido al pueblo. Ese pueblo regido por gobernantes que con abstracción de lo obligado nunca exigieron las garantías o avales establecidos por Ley. Para sus partidarios, era un símbolo del progreso de la zona, una fuente de riqueza, un imán para atraer población, un maná de recursos.  Para sus detractores, era la clara imagen del ladrillazo gracias a la connivencia de administraciones que, sólo con mucha benevolencia, pueden calificarse de irresponsables.
De esta nueva ciudad que nace al pie de la autopista solo quedan indicios.  Y pensar que esta empresa era el buque insignia del sector inmobiliario gallego, que había contribuido mucho al desarrollo económico de Galicia, con su gran potencial de crecimiento. El buque que surcaba las aguas de la economía ante la orgullosa mirada de las autoridades. Ahora se ha transformado en el barco pirata de playmobil. Todo un pelotazo.  Llegó la crisis y con ella el concurso de acreedores del gigante. Ahora se esfuma.
Ahora será el gobierno municipal quien con su mal hacer, tendrá que abonar esas cifras millonarias a los afectados. Y serán todos los vecinos, sin excepción,  quienes deban compartir esta vergüenza.
Emma González es abogada

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