Subvenciones

Las subvenciones públicas, como los colores o los equipos de fútbol, los hay para todos los gustos. Si me permiten hacer una rápida caricatura diría que la gente muy de derechas detesta las subvenciones que se dirigen a sindicatos, ong´s, el cine o la cultura, mientras que la gente muy de izquierdas rechaza las que se destinan a bancos y entidades financieras, empresas u obras religiosas. De ello se deduce una primera conclusión: la subvención no es ni buena ni mala, sino útil o inútil, eficaz o ineficaz. Por eso desde mi punto de vista, antes de decidir sobre otorgar o no una subvención, toda Administración pública debe ponderar su utilidad, su rentabilidad, económica o social y evitar que se entregue a causas excluyentes, que no aporten beneficios al conjunto de la ciudadanía. Con esas premisas, resulta indiferente si la subvención es a una empresa, a una obra social o a una entidad religiosa, pues cualquier persona o entidad puede contribuir, con su actividad, al bien común.

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